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Proyecto Visión 21

¡No lo toques! ¿No te das cuenta lo que es?

Francisco Miraval

Toda buena madre advertirá a sus hijos de algún peligro cercano y, por medio de gritos o gestos, buscara impedir que esos niños se vean lastimados por el peligro. Por eso, no me sorprendió escuchar a una madre indicarle a su hijo pequeño: ¡No lo toques! ¿No te das cuenta lo que es? Pero si me sorprendió a que se refería esa madre.

Como el incidente sucedió dentro de una tienda de artículos usados, y como entre esos artículos se encuentran a veces cosas que puedan lastimar a un niño, pensé que quizá el niño se había acercado demasiado a alguna herramienta, como un serrucho o algo similar, que ciertamente podría cortarle los dedos si lo tocase. Pero no era así.

Pensé entonces que entre los distintos elementos a la venta quizá se había mezclado algo de basura, o algún material indeseable, o incluso algún animalito muerto. Pero tampoco ese fue el caso.

Como ni la madre ni el niño estaban lejos de donde yo estaba, simplemente me di vuelta a ver que había aterrado tanto a la madre que podría ser tan peligroso para su hijo. Antes de que yo pudiese seguir especulando, la joven madre despejó todas dudas: ¡No lo toques! ¿No te das cuenta lo que es? ¡Es un libro!

Y eso es todo lo que era: un libro. El niño había llegado a una mesa repleta de libros y, al tomar uno en sus manos, recibió la severa advertencia de su madre. No era una serpiente venenosa ni una pila de desperdicios. No era un cuchillo oxidado ni un repugnante insecto. Lo que horrorizó a la madre era  un libro usado.

Sé que esta situación (que realmente presencié) no necesariamente marca una tendencia ni mucho menos debería usarse como punto de partida para un análisis. Pero no puedo resistir el impulso de pensar que quizá esa noble madre no es la única que les advierte a sus hijos que no toquen ni, como consecuencia, mucho menos lean libros.

Es cierto que hubo una larga época en la historia de la humanidad en la que no existían los libros y quizá estamos presencia el comienzo de otra época en la que los libros tradicionales dejaran de existir y serán reemplazados por otras formas de acceder a la información. Pero mientras tanto los libros siguen aquí y parece que se han convertido en objetos peligrosos si llegan a las manos de niños pequeños.

Me pregunto si la madre en cuestión hubiese reaccionado con la misma vehemencia si el objeto peligroso hubiese sido un juguete, una película o un videojuego. ¿Habría ella también impedido que el niño lo tocase? Y también me pregunto que pensara  ahora ese niño. Probablemente no piense nada, ya que quizá se trató para el de un incidente aislado que pronto olvidara. Pero, ¿y si no fuese así?

Como me dijo recientemente el Dr. Luis Fernández, escritor peruano radico en Nuevo México: “La cultura no se pierde: se la deja ir al dejar de leer”.

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