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Proyecto Visión 21

¿Desde cuándo está prohibido tener pensamientos propios?

Hace pocos días encendí la radio para escuchar un noticiero local (en inglés). Cuando terminaron las noticias, comenzó el programa nacional de un conocidísimo e influyente comentarista de temas políticos. Su presentación fue corta y contundente, diciendo algo así como “Usted no necesita pensar. Yo pienso por usted”.

No recuerdo haber escuchado antes un llamado tan claro para no pensar por cuenta propia ni tampoco recuerdo haber renunciado a mis propios pensamientos. Ciertamente, no creo que esté prohibido pensar, aunque esa actividad (que en definitiva nos convierte en humanos) está muy devaluada en nuestra época.

El mismo comentarista que afirmó que no necesitábamos amos pensar por nuestra propia cuenta porque él lo hacía por nosotros, tras realizar esa afirmación, inmediatamente inició un monólogo en que habló de la economía, el presupuesto, el déficit fiscal, las intervenciones militares, el Congreso, y el futuro del país.

En mi opinión (que ciertamente carece de una plataforma nacional diaria), cualquiera de esos temas merecería un serio análisis, es decir, el trabajo de pensar en esos temas y buscar una solución. En opinión del comentarista político de referencia, ese trabajo puede ser obviado porque él ya pensó las respuestas para nosotros y por nosotros.

Es verdad que la actividad del pensamiento resulta cada vez más difícil, debido en gran parte a la fragmentación del discurso a nuestro alrededor. ¿Cómo puede uno formarse una opinión sobre cualquier tema si lo único que se escuchan en las noticias son respuestas de sólo unos pocos segundos y generalmente irrelevantes al tema o a la pregunta?

Al mirar televisión, con tantos canales para elegir, uno está constantemente cambiando de canal, por lo que solamente se escuchan fragmentos inconexos de programas y de anuncios publicitarios, sin que nada en realidad tenga sentido.

En definitiva, nos hemos acostumbrado a información ultra-fragmentada y descontextualizada, que además se difunde y multiplica a una velocidad alucinante. A eso lo llamamos entretenimiento. Y a la habilidad de repetir ciertos elementos de esa información la confundimos con pensar.

El pensar, cuando se lo hace seriamente, requiere una disciplina y un ambiente que pocas veces existen en nuestra sociedad contemporánea. De hecho, esas condiciones ideales para el pensar pocas veces existieron en la historia de la humanidad.

Pensar siempre fue, es y será difícil, porque implica analizarse a uno mismo y a las circunstancias, encontrar conexiones y significados, y extenderse desde el pasado hacia el futuro. Nada de eso puede hacerse en un mundo acelerado que constantemente nos invita a distraernos y a vivir encerrados en el instante presente.

Si alguien, por más conocido e influyente que sea, nos invita a no pensar, esa persona puede realizar esa invitación precisamente porque ya no estamos pensando por nosotros mismos. Porque si lo estuviésemos haciendo, nos ofendería tal invitación.

Cuando los políticos actúan sólo para no perder los votos, cuando los religiosos predican sólo para no perder las ofrendas, y los maestros enseñan sólo para no perder sus puestos, el no pensar ya triunfó.  Sólo nos queda aceptar las consecuencias.

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