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Proyecto Visión 21

¿En quién se puede confiar cuando todos mienten?

Recientemente asistí a una reunión en el centro de Denver, donde siempre resulta difícil encontrar un lugar para estacionar. Por eso me alegré cuando vi un cartel que decía “Estacione aquí por sólo $8”. Entré a ese lote y una vez adentro me enteré que el “sólo $8” se aplica únicamente los domingos y feriados en los que no haya eventos importantes en la zona.

Obviamente se trató de un engaño hecho con la intención de atrapar a personas como yo,  que nos creemos “muy inteligentes” (favor de notar las comillas), pero que luego somos fácilmente engañados hasta por los carteles de los estacionamientos.

¿Y si no podemos confiar ni en los carteles de los estacionamientos porque nos mienten, en quién entonces podemos confiar? ¿Quién nos dice la verdad?

Me resulta difícil aceptar que continuamente estamos siendo engañados y manipulados, que todo está hecho para presentar medias verdades (que, por supuesto, encierran entonces medias mentiras), y que nadie (o muy pocos) tengan la honestidad y la integridad de decir la verdad.

¿Qué le cuesta al dueño de un estacionamiento poner un cartel que diga “$12 por día”, o el precio que sea, en vez de prometer una tarifa que en realidad no se aplica?

En este caso, la mala experiencia de confiar en alguien no confiable me costó solamente unos pocos dólares, pero en otros casos me ha costado mucho más, tanto en cuanto a dinero como en cuanto a tiempo, trabajo y hasta relaciones con otras personas.

Sinceramente creo que es muy difícil, sino prácticamente imposible, aceptar como “verdad” lo que se nos dice o lo que escuchamos de parte de aquellos que se consideran “expertos” o que hablan desde posiciones de autoridad o privilegio.

Y no me estoy refiriendo a ninguna verdad metafísica, transcendental, absoluta o religiosa, sino a una verdad práctica y concreta, a la verdad que surge cuando las palabras de una persona se corresponden con sus acciones y que surge cuando el mensaje no tiene intenciones ni de engañar ni de manipular al receptor de ese mensaje.

Pero esa verdad sencilla y práctica claramente ya no existe. Ha sido reemplazada por los comunicados de prensa, por las declaraciones preparadas, por las campañas de marketing, por las estadísticas, por los slogans y por las generalizaciones. Y parece que ya nadie ve las contradicciones entre lo que dice y lo que se hace.

Hace pocos días asistí a un acto religioso en el que un cierto predicador insistió que debemos amarnos unos a otros y que sobre todo debemos amar a nuestros enemigos. Poco después, ese mismo predicador se expresó duramente en contra de un cierto grupo religioso y pidió que los hambrientos no fuesen a su casa a pedir comida porque los correría a punta de pistola.

Mi horror creció cuando la audiencia aplaudió con el mismo entusiasmo tanto el llamado al amor como la convocatoria al odio. ¿En quién, entonces, se puede confiar, cuando parece que todos mienten y que ni siquiera nos damos cuenta?

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