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Proyecto Visión 21

¿Estamos todavía en la prehistoria de la humanidad?

Francisco Miraval

El escritor inglés Herbert George “H. G.” Wells (1866-1946) es muy conocido por sus obras de ciencia ficción, como La Guerra de los Mundos, La Máquina del Tiempo y El Hombre Invisible. Pero Wells escribió también sobre numerosos otros temas, incluyendo historia y, según Wells, nosotros quizá todavía estemos en la prehistoria de la humanidad.

En El Descubrimiento del Futuro, escrito en 1901, Wells sostiene que “el pasado es sólo el principio de un principio y todo lo que es o ha sido es sólo la penumbra antes del amanecer”.

“Es posible creer que todo lo que la mente humana jamás ha logrado es sólo un sueño antes del despertar”, afirma Wells en esa misma obra. En otras palabras, según Wells, el verdadero futuro aún no ha sido descubierto y la verdadera historia de la humanidad aún no ha comenzado.

Es un pensamiento consolador y aterrador a la vez, ya que, por un lado, nos da sinceras esperanzas que en el futuro la humanidad realmente alcance a eliminar y superar muchos de los males sociales que ahora nos aquejan, desde las desigualdades políticas y económicas hasta la posibilidad de autodestrucción y destrucción del planeta. Esa es la consolación.

Pero, por otro lado, resulta poco menos que agradable pensar que quizá estemos más cerca de los cavernícolas y trogloditas que de auténticos seres humanos. Dicho de otro modo, es aterrador aceptar que aún no hemos salido de la prehistoria, que todavía no somos real y plenamente humanos y que, de hecho, ni siquiera sabemos o podemos serlo.

Como dice Wells, todavía seguimos soñando, todavía estamos dormidos. Aún no nos hemos despertado y aparentemente no queremos despertarnos. ¿Por qué? Wells ofrece su respuesta en otra obra, Bosquejo de la Historia (un volumen de más de 1200 páginas escrito en 1920 con toda la angustia después de la Primera Guerra Mundial.)

Según Wells, “la historia humana se ha convertido más y más en una carrera entre educación y catástrofe”. Y, a pesar de numerosos esfuerzos, incluyendo, dice Wells, al cristianismo y a la industrialización y mecanización, “la catástrofe ganó” (página 1100.)

En definitiva, seguimos dormidos por falta de auténtica educación (que es distinta de la mera escolarización).

¿Y por qué no estamos educados al nivel que deberíamos hacerlo? Porque, en opinión de Wells (que parece corroborada por los eventos en Siria, Ucrania, Venezuela y tantos otros lugares), aquellos que están en el poder no pueden imaginarse “a personas mejor educadas, viviendo en circunstancias más felices y más libertad y mejor salud que la que ellos tienen” (página 1099.)

Wells no era ni idealista ni utópico. Al final de su Bosquejo de la Historia, Wells claramente indica, con casi dos décadas de anticipación, que se aproximaba otra guerra, peor aún que la que él recién había vivido, debido al poder de las nuevas armas de destrucción. Y él vivió lo suficiente para ver cuán acertado estaba.

¿Cuándo, entonces, como humanidad nos decidiremos a despertarnos y a entrar finalmente en la historia? No lo sé.

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