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Proyecto Visión 21

¿Para qué vivir vidas saturadas, desesperanzadas, excluidas y oscuras?

Francisco Miraval

Seamos honestos: la gran mayoría de nosotros vivimos vidas saturadas, desesperanzadas y excluidas tanto del presente como del futuro. Y no se trata sólo de nuestra honestidad en reconocerlo o de mi opinión al proclamarlo. Se trata de una realidad a la que Sherry Ortner describe como “la antropología oscura”.

Ortner, de la Universidad de California en Los Ángeles, publicó un artículo sobre ese tema, Antropología oscura y sus otros, el año pasado en la Revista de Teoría Etnográfica (JET, en inglés).

Según Ortner, vivimos en una dura época para la vida social, ya que, sin importar en qué lugar del mundo vivamos, muchos de nosotros nos enfrentamos a desigualdades económicas, abuso de poder o directamente opresión.

Dicho de otro modo, vivimos vidas saturadas (no tenemos un solo minuto de descanso de nuestra mente), desesperanzadas (no vemos la solución a los problemas ni creemos en nadie), excluidas (no formamos realmente parte del presente y difícilmente accedamos al futuro) y oscuras (anónimas, sin reconocimiento ni propio ni ajeno de nuestra humanidad).

El resultado, como bien lo indica Ortner, es la depresión y la desesperación de una gran cantidad (de hecho, de la amplia mayoría) de los adultos. Y (agrego yo), en las circunstancias actuales en las que el nivel de incertidumbre sobre el futuro se ha incrementado, la depresión y la desesperación llegan a niveles históricos, según un reciente reporte de la Asociación de Psicología de Estados Unidos.

El tomar consciencia de que el camino de la humanidad está “doblando hacia la oscuridad” debería llevarnos entonces a tomar consciencia de la necesidad no de una, sino de varias “antropologías de la bueno”, es decir, enfocarnos en la buena vida, en la felicidad, en la ética, en todo lo que genera esperanza y aspiraciones.

¿Pero cómo podemos dejar de vivir una vida controlada por anónimos y despersonalizados algoritmos y basada en constantes riesgos, impagables deudas y profunda disfuncionalidad? En otras palabras, ¿cómo se pasa de la antropología de la oscuridad a las antropologías de la bondad?

Según Ortner, el cambio se produce a partir de una actitud crítica que permita ir más allá de la manera de pensar impuesta por el lenguaje, la historia y el contexto cultural presente para crear coherente y armónicamente una nueva antropología, una nueva humanidad, que ya no se base en enfatizar lo que nos divide, sino lo que nos une.

En otro artículo, en este caso escrito por Arjun Appadurai, de la Universidad de Nueva York (y también publicado en JET en 2016), Appadurai asegura que “quizá ahora estemos listos” para esa nueva antropología, una antropología basada no en rechazos, sino en aspiraciones y en “permanecer lúcidos, generosos y optimistas”.

Si esas palabras parecen utópicas o superficiales, es porque las estamos entendiendo desde nuestro encierro en la “oscuridad”. Nada de esto es nuevo. Hace 2500 años, Heráclito de Éfeso ya nos había pedido que escuchásemos a lo que nos une (fragmento 1) y a la divinidad en nosotros (fragmento 119). Pero esa ya es otra historia. 

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