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Proyecto Visión 21

¿Por qué pierden la esperanza los condenados al infierno?

Francisco Miraval

A nadie le gusta hablar del infierno ni de sus tormentos, ni mucho menos de lo que significaría un castigo eterno y sin escapatoria. De hecho, a mí tampoco me gusta hablar del tema y casi nunca lo hago, con la excepción de una vez cada seis meses el primer día de clases en la universidad.

Ese día, con la ayuda de Dante y su Divina Comedia, y la tolerancia de los estudiantes, le pregunto a la clase la misma pregunta que sirve de título a este comentario, leyendo el inicio del Canto III de Infierno, la primera parte de la Divina Comedia.

Allí aparece la conocida frase que, según Dante, se lee arriba de la puerta del infierno: Abandonen toda esperanza ustedes que aquí ingresan (en traducción bastante libre.)

¿Por qué, pregunto, los condenados deben abandonar todas sus esperanzas? Las respuestas de los jóvenes estudiantes nunca se hacen esperar. Generalmente la primera respuesta tiene que ver con la angustia que alguien sentiría al saberse prisionero en un lugar de tormento del que no hay escapatoria.

La combinación de la eterna pérdida de libertad con el eterno castigo, me dicen, es razón más que suficiente para perder la esperanza. Pero no es esa la respuesta de Dante.

Otros indican que no es el tormento en sí lo que provoca la pérdida de la esperanza, sino la comprensión de las oportunidades perdidas durante la vida y de las malas elecciones que llevaron al condenado precisamente a ser condenado. El castigo, me dicen, es como un espejo que revela lo que podríamos haber llegado a ser y no llegamos. Pero tampoco es eso lo que sugiere Dante.

Aún otros especulan que el saberse alejado por siempre de todo lo bueno y de todas las personas a quienes uno alguna vez amó lleva a perder la esperanza. Y la desesperación aumentaría si, por algún motivo, uno pudiese ver desde el infierno las delicias de las que disfrutan aquellos que están en el cielo. Interesante postura, pero Dante tiene otra respuesta.

En la Divina Comedia, Canto III, línea 18, Dante explica que los condenados pierden toda esperanza porque primero perdieron la capacidad de pensar, o, como dice Dante, “el bien del intelecto”. En otra obra (Convivio), Dante explica que “el bien del intelecto es la verdad”, según el comentario de Henry Longfellow. Y el mayor bien, o Paraíso, es “la perfección del intelecto”.

Podemos debatir si la teología medieval y la filosofía aristotélica de Dante son relevantes o tienen sentido en el siglo 21, cuando la misma idea del infierno ya no forma parte del debate público y toda mención del tema es considerada como una expresión de fanatismo religioso e irracional.

Pero parece haber algo o mucho de verdad en la idea de que el no pensar (el no buscar la verdad, el no distinguir entre realidad y fantasía) lleva a abandonar toda esperanza. Al dejar de pensar nos autocondenamos a un infierno personal, menos poético pero tan real como el de Dante.

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