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Proyecto Visión 21

¿Qué elegir, la locura irreversible o la predicación constante?

Francisco Miraval

En su magistral libro El Canto del Pájaro, Anthony De Mello comparte con su inimitable talento dos historias, una sobre locura irreversible y otra sobre predicación constante. Aunque las historias aparecen por separado, al leerlas o al recordarlas parecen presentarse como una elección que tarde o temprano cada uno de nosotros se verá obligado a hacer.

Por respeto a De Mello, no voy a intentar presentar esas historias, ni siquiera de manera resumida. Creo que será suficiente decir que en ambos casos se trata de personas que, ante la realidad que se les presenta en la sociedad en la que viven, deben decidir si se sumarán a la “locura” que ven o si tratarán de evitarla “predicando”.

La “locura” en cuestión de la que habla De Mello no es que lleva a alguien a perder el control de sus facultades mentales para terminar encerrado en un hospital de salud mental. Muy por el contrario, es la “locura” de la normalidad, es decir, de una vida diaria en la que siempre se hace lo mismo y en la que todos piensan lo mismo sin desafiar esos pensamientos.

Si alguien no comparte esa locura, tal persona no solamente se siente excluida de la sociedad sino que la sociedad considera que es esa persona la que está loca, por lo que se hará todo lo posible para ayudarla, educarla o tratarla. Y si nada de eso resulta, quizá se tomen medidas aún más severas.

Esa locura de la rutina aplastante y del entretenernos hasta la muerte (como escribió Neil Postman) tiene la consecuencia, parece insinuar De Mello, que uno termina olvidándose de uno mismo, de su pasado, de sus creencias, de sus esperanzas, de sus ideas. Pero ese olvido, creado al embriagarse de la mencionada locura social, tiene un beneficio: ser aceptado por quienes antes nos rechazaban.

¿Pero qué pasa si uno se niega a volverse loco, es decir, si uno busca retener una identidad personal y recordar esa identidad? Entonces, sugiere De Mello, uno debe predicar constantemente. Y no se trata de una predicación religiosa, de exponer tal o cual doctrina para ganar adeptos.

Se trata más bien de una autopredicación interior en la que día tras día uno se repite a uno mismo lo que uno cree y piensa simplemente para recordarlo y para no olvidarlo. Esta “predicación” no es ni quedarse atrapado en el pasado ni obstinadamente encerrarse dentro de ciertas. Es, por el contrario, un esfuerzo consciente de mantener la memoria de ese pasado y de esas ideas.

Tal predicación, cuando se practica adecuadamente, tiene como resultado el ayudarnos a seguir siendo nosotros mismos a la vez que atravesamos las transformaciones propias de la vida. Pero entonces uno es un “loco anti-social”. El predicador termina solo, convirtiéndose en un risueño ejemplo de lo que nadie quiere ser ni llegar a ser.

¿Qué elegir entonces, sumarse a la gran locura social de la cual no hay retorno o refugiarse en la eterna soledad de la autopredicación? Simplemente no lo sé.  

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