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Proyecto Visión 21

¿Qué hacer cuando no nos dejan construir nuestro futuro?

Francisco Miraval

Recientemente me enteré del caso de una joven de 19 años que acaba de ingresar a la universidad, pocos meses después de haber completado exitosamente la escuela secundaria. Por esas cosas de la vida, decidió ir a la universidad lejos de su familia. Y por esas cosas de la vida, ya abandonó sus estudios.

Su decisión no se debe a su falta de interés en progresar ni tampoco a problemas económicos. Ni mucho menos a la carencia de suficiente nivel académico. La joven (a quien no conozco) dejó la universidad por presión de sus padres.

Por estar por primera vez lejos de su casa, a esta joven se le permitió ir a la universidad de su elección con la condición, impuesta por los padres, de que los padres tuviesen acceso a su cuenta de correo electrónico en la universidad, a sus horarios de estudios, a su lista de actividades y a sus contactos, incluyendo compañeros y profesores.

En poco tiempo, su vida se transformó en una pesadilla cuando descubrió que sus padres “para cuidarla” estaban en contacto directo con sus profesores y con sus compañeros.

La situación derivó en tal conflicto entre la joven y sus padres que la joven ya no pudo seguir estudiando y debió regresar a su casa. Obviamente, los padres le dijeron que ellos ya sabían que a ella le iba a ir mal.

Recuerdo también el caso de un joven (a quien conozco personalmente) que, por sus buenas calificaciones, se ganó una beca para estudiar en algún lugar de California y además encontró un buen trabajo. Meses después se enteró que su madre (que vivía en otro estado) estaba enferma, por lo que encontró un segundo trabajo para ayudar a su familia. Pero eso le significó postergar sus estudios.

Algún tiempo después lo llamaron para decirle que su madre estaba muy enferma por lo que le pidieron que regresase a la casa para visitarla. Cuando el joven regresó a su casa, se enteró que su madre gozaba de buena salud y que todo había sido un “truco” para que él regresase. Además, su padre se había encargado de que lo despidiesen de los trabajos en California.

El joven vive ahora en constante depresión en el sótano de sus padres. Pero seguramente esos padres, como los de la joven antes mencionada, deben sentirse muy orgullosos de haber “ayudado” a sus hijos.

Los ejemplos podrían multiplicarse. Conozco a una joven pareja que con mucho esfuerzo construyó su propia casa y luego, una vez terminada, invitaron a sus respectivas familias a ir a visitarlos. Los familiares llegaron y se quedaron a vivir en la casa. La pareja tuvo que vender la propiedad (con gran pérdida económica) y poco después se separaron.

Y ese mismo ciclo de trabajar para destruir el futuro de los otros porque ellos deciden no ajustarse a nuestras expectativas y tradiciones se repite a nivel comunitario, nacional y global. Y es algo patológico propio de mentes, corazones y voluntades cerradas. Sólo espero que se termine.

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