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Proyecto Visión 21

¿Qué tengo que hacer para que se me entienda?

Francisco Miraval

¿Qué tengo que hacer para que se me entienda? En serio. ¿Cómo tengo que hablar para poder tener un buen diálogo con mi interlocutor o interlocutores, un diálogo que por lo menos se parezca a una auténtica forma de comunicación y no sólo a una frustrante parodia?

La pregunta dista mucho de ser retórica. De hecho, no tengo ninguna respuesta, ni buena ni mala. Se suponía que con la llegada de tantas nuevas formas de enviar y recibir información, el intercambio sería no solamente más ágil y veloz, sino también más amplio y más profundo. Pero nada de eso está sucediendo.

Recientemente, por ejemplo, envié un mensaje a un grupo de conocidos pidiendo contactos en una cierta ciudad. Sinceramente yo esperaba recibir respuestas como “Lo lamento, no conozco a nadie allí” o “Aquí está la información solicitada”. Pero no fue así.

Una de las personas me envió su respuesta felicitándome por mi mensaje. Me pregunto qué tiene de especial escribir un mensaje de dos o tres líneas y enviarlo como para merecer felicitaciones, pero muchas gracias de todos modos.

Otra persona me deseó un feliz cumpleaños. No sé si se trató de un error o quizá sólo sarcasmo. O quizá fue un velado insulto. De todos modos, aunque aún falta algunos meses para mi cumpleaños, siempre es bueno recibir buenos deseos, por más dudosas que sean las intenciones.

Aún otra persona me informó que vivía a cierta distancia de la ciudad mencionada, quizá como una manera de invitarme a compartir más información, pero sin responder a mi pregunta. Y la cuarta persona me envió cordiales saludos desde un país al otro lado del continente. Cordiales saludos para ti también.

Mi pregunta fue muy sencilla: ¿Conocen a alguien en este lugar? Ninguna de las repuestas que recibí, sin embargo, respondieron a esa pregunta. Tuve ganas de enviar otro mensaje a quienes no me habían respondido para agradecerles por la gentileza de no haberlo hecho. Después de todos, al no responderme, no tuve que leer respuestas irrelevantes.

Me pregunto qué nos pasa y por qué ya no podemos conversar con por lo menos un cierto nivel de significado en el intercambio. ¿Será que estamos demasiado ocupados como para prestar atención a lo que dice la otra persona? ¿Será que tenemos la mente y el corazón tan llenos de preocupaciones que ya no podemos entender lo que los otros nos dicen? Sinceramente no lo sé.

Pero si hablando el mismo idioma y compartiendo la misma cultura no ayuda a mantener una comunicación normal sino que genera una superposición de expresiones desconectadas, ¿qué pasa entonces cuando desaparece la homogeneidad entre los interlocutores? ¿Qué pasa cuando tenemos que conversar con personas de otras culturas, o que hablan otro idioma, o que pertenecen a otra generación?

Como carezco de respuestas, sólo puedo intentar ser más cuidadoso en cada una de mis expresiones, conversaciones y diálogos, confiando en que no seré malentendido ni mis palabras distorsionadas. Pero, sobre la base de mi reciente experiencia, sinceramente lo dudo.

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