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Proyecto Visión 21

¿Quién responderá al pedido de rehumanización de los inmigrantes?

El pasado jueves 25 de septiembre, dirigentes religiosos de Denver (católicos, evangélicos, judíos y musulmanes) se congregaron en las escalinatas occidentales del Capitolio de esta ciudad para pedir, junto con el gobernador Bill Ritter, que se respetase la dignidad y los derechos humanos de los inmigrantes.

 

Estoy de acuerdo con ese pedido (que por momentos alcanzó el nivel de súplica), pero temo que caerá en oídos sordos.

 

¿Cómo esperar que la gente en general rehumanice el tratamiento de los inmigrantes (que no son como ellos) si esa misma gente ya no trata como seres humanos ni siquiera a los que son como ellos?

 

Vivimos desde hace muchas décadas (¿siglos?) en una sociedad tecno-científica y materialista que, por eso mismo, es deshumanizante y cosificante. Por eso, ya no somos seres humanos sino “recursos” humanos, es decir, algo que se puede acumular, usar, explotar o descartar.

 

Los religiosos reunidos en Denver usaron ejemplos, excelemente seleccionados y aplicados, de las escrituras fundacionales de sus respectivas religiones para resaltar el hecho que todos los seres humanos fuimos hechos por Dios y, por lo tanto, debemos ser tratados con la dignidad propia de tal elevado origen.

 

Como alguien de fe, yo también adhiero y promuevo esa creencia. Pero vivimos en una sociedad tan individualista y tan segmentada y con tanto énfasis en que la religión es algo privado y que no debe entrometerse en la vida pública que ni siquiera la apelación a textos sagrados parece tener el efecto deseado de rehumanizar las relaciones entre las personas.

 

Otros religiosos acudieron a las palabras de la Constitución de Estados Unidos para resaltar la necesidad histórica y legal de respetar los derechos individuales. ¿Pero no es precisamente esa misma constitución la que cada vez se usa menos para proteger esos derechos, como se ve claramente en los ejemplos que cada día aparecen en los medios de comunicación?

 

¿Por qué será que ni los textos religiosos de la antigüedad (aún aceptados como sagrados por millones de personas) ni las leyes fundamentales del país sirven como motivación suficiente para respetar a otros seres humanos? La respuesta es sencilla: ni nosotros mismos respetamos nuestra propia humanidad.

 

Ya no somos personas, sino cosas. Por eso tenemos un número para el seguro social, otro para la licencia de conducir y otro más para las tarjetas de crédito. Por eso nuestro nombre ya no es un reflejo de las experiencias que hemos acumulado durante toda una vida, ni, mucho menos, el símbolo de una trayectoria familiar, sino que es una simple etiqueta o designación.

 

Tanta es la deshumanización y cosificación de los seres humanos, tanto hemos perdido el sentido de nuestro origen, destino y trascendencia, que podemos decir, sin temor ni a equivocarnos ni a exagerar, que vivimos en una sociedad abiertamente pornográfica, no en referencia a ningún contenido explícitamente sexual (eso es una consecuencia secundaria) sino en referencia a la degradación, explotación e hiper-animalización de las personas.

 

Por eso, el noble pedido de los religiosos de Denver lamentablemente caerá en oídos sordos.

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