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Proyecto Visión 21

“Tengo miedo”, confesó la joven estudiante en la clase

Francisco Miraval

Cada vez que comienzan las clases, siento ese indescriptible cosquilleo, mezcla de ansiedad y anticipación, que surge de no saber con quién me voy a encontrar en el aula ni cómo van a reaccionar los alumnos cuando me presente como su profesor. Y sin dudas los estudiantes experimentan esos mismos temores, especialmente en su primer año en la universidad.

Por eso, no me extrañó cuando una joven estudiante comentó el primer día de clases al presentarse al grupo que sentía miedo. Algunos de sus compañeros, claramente con más experiencia en estudios terciarios, comenzaron a darle buenos consejos para reducir o controlar ese miedo.

Unos le dijeron que se trata de una emoción normal en el momento de transición de ser adolescente a ser adulto. Otros sugirieron tomar las cosas con calma y un día a la vez. Y aún otros aconsejaron organizarse bien para los estudios y llevar un calendario para completar todas las tareas y a tiempo.

La joven confirmó que, en efecto, este es su primer año en una universidad y que precisamente por eso hacía poco tiempo que se había mudado a una nueva casa. Tantos cambios simultáneos, dijo, la estaban afectando. Por eso, agradeció los consejos, pero dejó que en claro que su temor no surgía ni por el comienzo de una nueva etapa en su vida ni por enfrentarse a una carrera universitaria.

Su miedo, dijo, no se enfocaba en su presente sino en su futuro o, mejor dicho, en el futuro de la humanidad completa. Pensar en ese futuro, al que ella calificó de “inimaginable” e “inevitable”, le causaba tanto temor, explicó, que prefería no hacerlo.

Al contrario de lo que sucedía con las generaciones de la segunda mitad del siglo pasado que temían que no habría futuro porque el mundo sería destruido en una guerra atómica, esta joven tiene miedo no de que el mundo desaparezca sino de que continúe.

De hecho, dijo, si uno supiese con certeza que el mundo desparecerá, entonces uno por lo menos puede prepararse mejor o peor para ese indeseado evento. ¿Pero cómo prepararse para un futuro que uno ni siquiera puede imaginar?, preguntó. Y eso, dijo, le da mucho miedo.

Su miedo surgió, comentó la joven, cuando, en medio de tantos cambios recientes, tuvo una conversación con su madre en la que la madre le comentó cuánto había cambiado el mundo desde la época en que la madre tenía la edad que ahora tiene su hija.

Proyectando esos cambios hacia el futuro, la joven concluyó que, gracias a la tecnología actual, esos cambios serían más numerosos, más rápidos, más profundos y ciertamente irreversibles, a tal punto que ella (la joven) siente que no llegará a entenderlos ni a ser parte de ese futuro, intensificando lo que ahora le pasa a su madre con la tecnología actual.

¿Se puede realmente vivir, crecer, estudiar, madurar y desarrollarse si uno vive con miedo al futuro? ¿Y qué clase de futuro estamos nosotros construyendo si los jóvenes ya le tienen miedo?

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