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Proyecto Visión 21

¿Habrá pasado el punto de no retorno para la estupidez humana?

A veces las personas me preguntan si yo creo que existe vida inteligente en otros planetas. Siempre respondo diciendo que mis dudas no son sobre inteligencia extraterrestre, sino sobre la posibilidad de vida inteligente en este planeta. Después de todo, las pruebas abundan en todos los niveles y en todos los rincones de la tierra sobre la poca inteligencia que colectivamente demuestra la humanidad.

Con decenas de miles de años de evolución y con milenios ya como una “civilización”, y con toda la tecnología que tenemos a nuestra disposición, parece que poco hemos hecho para resolver los problemas que más aquejan a la humanidad y, por el contrario, hemos agravado tanto esos problemas que hasta el planeta se ve afectado. Mientras tanto, seguimos eligiendo a los mismos políticos, o a sus clones, mirando las mismas telenovelas, y contando “Me Gusta” para darle sentido a nuestras vidas.

Por razones obvias (ya que la ley que ahora voy a mencionar se aplica perfectamente a mí), yo no sabía que hace ya cuatro décadas (1976), un profesor italiano radicado en Estados Unidos, Carlo Cipolla, desarrolló lo que se conoce como las Cinco Leyes Básicas de la Estupidez Humana. Y esas leyes, que aquí compartimos, no son ciertamente para irritar a nadie, sino para tomar consciencia de hasta donde hemos llegado.

Esas “leyes” dicen que inevitablemente se subestima el número de personas estúpidas en un determinado lugar, que las características de una persona (raza, etnicidad, nacionalidad, educación, nivel socioeconómico, y otras) no ayudan a predecir el nivel de estupidez de esa persona, que una persona estúpida causa grandes problemas y no genera ningún beneficio, que las personas inteligentes no anticipan las graves consecuencias de asociarse con personas estúpidas, y que la estupidez humana es el peligro más grande para la humanidad. (No se enojen conmigo. Eso es lo que dijo el Dr. Cipolla.)

Para prueba de la veracidad de esas leyes, basta leer los comentarios que las personas dejan sobre los productos o servicios que usan. Recientemente, por ejemplo, alguien le dio “una estrella” a un cierto restaurante italiano porque esa persona fue por error a otro restaurante, no al que quería ir.

Y comentando sobre una cierta marca de pintura de interiores, alguien le dio una estrella a esa marca y justificó esa decisión diciendo que al abrir la lata de pintura se le cayó la lata, provocando “un desastre” que le “arruinó la experiencia”, por lo que sugirió que otros ya no compren esa marca.

¿En qué planeta si alguien va al restaurante equivocado la culpa la tiene el restaurante al que uno debía ir? ¿O si alguien no es cuidadoso con una lata de pintura la culpa la tiene la lata? Sin dudas,  en el nuestro.

Como bien dice Milan Kundera tanto en La Insoportable Levedad del Ser como en El Arte de la Novela, vivimos en “el planeta de la inexperiencia”, es decir, nos dedicamos a “fabricar vagas fantasías” sin nunca llegar ni a la madurez ni a la sabiduría.

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