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Proyecto Visión 21

El Diario de Yo y mi regalo para mí

 

Francisco Miraval

 

Recientemente vi un cartel cerca de la intersección de Colorado Boulevard y la Interestatal 70 en Denver que me llamó la atención. El aviso, de gran tamaño y ubicado sobre el techo de un edificio, mostraba una botella de una conocida bebida alcohólica de la que colgaba una etiqueta diciendo: “De: Yo. Para: Mí”. Y agregaba algo así como “No tendría que haberme molestado”.

Obviamente se trata de una estrategia publicitaria para asociar un cierto producto con la época de las fiestas de fin de año. Pero la apelación al individualismo extremo y patológico (es decir, con una personalidad dividida) no puede ni debe soslayarse con facilidad.

La idea de que alguien pueda ser tan individualista, o, mejor dicho, tan narcisista que no solamente se hace un regalo a sí mismo sino que además así lo pone en la etiqueta del regalo y, como si eso fuera poco, se escribe a sí mismo una carta de agradecimiento, parece ridícula.

Que esa actitud súper-individualista se asocie precisamente con la época del año en la que se promueve el dar, el compartir y el pensar en los otros ya llega a lo absurdo. Sin embargo, allí está el gran cartel, compartiendo su mensaje de que está bien convertirse en el centro del universo y de hecho en el universo entero.

Estaba pensando en ese aviso, y en sus implicaciones sociales y éticas, cuando, al leer una revista especializada en periodismo, me encontré con la parodia de un periódico titulada el Diario de Yo. En vez de ser el Diario de Denver (o de la ciudad que fuera), esta supuesta publicación se concentra únicamente en las noticias de una sola persona: yo (quienquiera que ese “yo” sea.)

La parodia me pareció cómica, pero a la vez encierra mucho de verdad, ya que las muy conocidas y usadas redes sociales se han convertido sin dudas en un “Diario de Yo”, donde “yo” soy el protagonista y “yo” me felicito a mí mismo por mis logros y “yo” me agradezco a mí mismo por ser yo.

En definitiva, la idea del cartel (desdoblar la personalidad en dos para poder hacerme un regalo a mí mismo) se lleva a la práctica infinidad de veces cada día en aquellos sitios sociales en los que el “yo” se desdobla entre escritor y lector, tomando turnos para leer uno lo que el otro escribe, aunque uno y el otro sean el mismo “yo”.

Resulta difícil pensar que cualquier sociedad (que, por definición implica interacciones entre los miembros de esa sociedad) pueda sobrevivir si cada persona adopta una actitud individualista-narcisista en la que su prioridad es hacerse regalos a sí mismo para después abrirlos o escribir sobre sí mismo para después leerlo.

No estoy abogando por el extremo opuesto, ya que el comunitarianismo extremo también es patológico y, por eso mismo, deshumanizante. Pero quizá debamos salir un poco del encierro del “yo” y releer el mito de Narciso. Por algo las lecciones de ese milenario mito siguen repitiéndose hasta hoy.

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