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Proyecto Visión 21

Escaleras reales que no llevan a ningún lado

Recientemente leí una historia sobre Walsenburg, una ciudad en el sur de Colorado, en la que se decía que cerca de esa localidad existen grandes escaleras que literalmente no llevan a ningún lado. Parece que las escaleras alguna vez, hace muchos años, formaban parte  de una mina, pero cuando la mima cerró, el equipo se removió y lo único que quedó fueron las escaleras.

El año pasado, cuando tuve la oportunidad de visitar Boston, también observé en el centro de esa ciudad un edificio con grandes escaleras (o escalinatas) en el exterior, que no llevaban a ningún lado. Parece que el arquitecto pensó que simplemente era bueno incluir las escaleras, aunque no cumpliesen ninguna función.

Y en San José, California, la casa construida por Sarah Winchester, la viuda de William Wirt Winchester, de la familia cuya compañía fabricaba el rifle que lleva su nombre. Esa casa en San José también tiene numerosas escaleras que no llevan a ningún lugar.

Según se dice, ese extraño diseño era la manera por la que Sarah Winchester buscaba ahuyentar a los espíritus que supuestamente la atormentaban.

Tres ejemplos de escaleras sin destino. En un caso (Walsenburg) por razones históricas. En otro (Boston), por razones estéticas. Y en el tercero (San José), por una mezcla de razones psicológicas y metafísicas.

Pero en los tres casos, y por las razones que fuera, las escaleras, que generalmente cumplen la función de permitir el acceso a un cierto lugar al que las personas quieren o necesitan llegar, ya no cumplen con esa función.

Pensando en los ejemplos de estas tres escaleras que no llevan a ningún lado, me pregunté qué elementos de nuestra vida o de nuestra sociedad ya dejaron de cumplir con las funciones que alguna vez cumplieron, debido a cambios históricos, cuestiones estéticas, o situaciones psicológicas o espirituales.

Quizá insistimos en subirnos a la escalera que alguna vez nos permitió ser productivos, como la que permitía el acceso a la mina en Walsenburg, a pesar de que la globalización y la tecnología ya han removido los elementos de producción que alguna vez eran el más importante sustento de nuestras vidas.

Quizá estamos subiendo por una escalera, como la del edificio en Boston, que está por afuera del edificio, por lo que todos los esfuerzos que realicemos no nos permitirán entrar dentro del edificio para recibir lo que pedimos o buscamos.  De hecho, quienes nos ven subir por la escalera y saben que la escalera no lleva a ningún lugar seguramente sienten una mezcla de simpatía y desagrado por nosotros.

Quizá, por cuestiones psicológicas o espirituales, las escaleras de nuestra vida y de nuestras relaciones sean tan inútiles como las de la casa de Sarah Winchester, o tan complicadas como las del famoso dibujo “Relatividad” de Escher.

Desde otra perspectiva,  creo que la política, la religión, la educación, los medios de comunicación y otras instituciones y actividades que quizá antes cumplían con una función positiva se han vuelto ahora escaleras que ya no llevan a ningún lado.

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