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Proyecto Visión 21

Hecha la ley, hecha la trampa del autoengaño

En España, como en muchos otros lugares, está prohibida por ley la reventa de entradas para eventos deportivos. Pero no hay ley que impida regalar esas entradas.

Por eso, para el partido del pasado sábado 16 de abril entre el Real Madrid y Barcelona, los revendedores vendían recuerditos baratos (mayormente lapiceras) a precios exorbitantes de varios cientos de euros, y quienes compraban esas lapiceras recibían “de regalo” las entradas para el partido.

Y en Chicago recientemente ocurrieron una serie de protestas frente a una iglesia de esa ciudad.

El problema llegó a tal nivel que las autoridades municipales decidieron intervenir y, respetando el derecho de la gente a protestar y el de los feligreses a reunirse, determinaron que las protestas no podían hacerse media hora antes o después de los servicios religiosos.

Una vez que la ordenanza se aprobó, la iglesia afectada por las protestas simplemente puso un cartel en su puerta de entrada diciendo “Servicios religiosos las 24 horas.”

Como dice el viejo y conocido refrán: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Obviamente, el hacer trampa con la ley no es nada nuevo.

Recuerdo haber leído en algún lugar que en Judea hace 2000 años, para evitar las restricciones impuestas por el día de reposo que impedían alejarse más de una cierta distancia del domicilio propio, las personas mantenían distintos domicilios convenientemente ubicados a menos de la distancia establecida.

En otras palabras, podían viajar tanto como deseasen sin sentir que estuviesen quebrando las normas religiosas de aquella época.

Los ejemplos mencionados (recuerdos de un partido de futbol, protestas frente a una iglesia, observación del día de reposo en la antigüedad) pueden parecer triviales, pero ejemplifican una actitud que se traslada a otras áreas en las que el “hacer trampa” genera nocivas consecuencias.

Pensemos, por ejemplo, en las escuelas, que en muchos casos han transformado la educación en el simple arte de responder a preguntas en un examen. ¿No es eso hacerles trampa a nuestros jóvenes? Lo peor del caso es que ellos saben y entienden que no se los está educando y que lo único que están aprendiendo es cómo responder acertadamente a las preguntas de los exámenes.

En este caso ya no estamos hablando de una “trampita” para presenciar un partido de fútbol ni de una “trampita” para evitar las protestas frente a una iglesia. En este caso estamos hablando de una inmensa trampa en la que en realidad nos estamos autoengañando y poniendo en peligro nuestro propio futuro.

Al hablar del tema, la respuesta que usualmente recibo es que “se está cumpliendo con la ley”. Técnicamente sí, pero el espíritu de la ley ciertamente se ha abandonado, como cuando los antiguos habitantes de Judea mantenían varios domicilios para caminar más de lo que técnicamente podían hacerlo durante el día de reposo.

Y si encontramos la manera de hacer trampas en educación y de engañar (hasta cierto punto) a nuestros propios jóvenes, ¿en cuántas otras importantes áreas de nuestra vida social también nos estaremos autoengañándonos y haciendo trampas?

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