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Proyecto Visión 21

Las huellas en la nieve desaparecen demasiado rápido

Francisco Miraval

Una mañana de la semana pasada salí de mi casa temprano y, tan pronto como moví el carro del garaje, descubrí que me había olvidado no sé qué cosa. Dejé el carro estacionado frente a la casa y caminé hasta la casa para buscar lo que me había olvidado. Luego salí de la casa una vez más, subí al carro y, justo antes de partir, vi las huellas que yo mismo había dejado sobre la nieve.

Como la nieve no era mucha, las huellas habían capturado detalles de mi andar que habitualmente no lo hacen. Mirando a las huellas, se podía fácilmente reconstruir todo el recorrido que yo había realizado. De hecho, un observador hubiese podido indicar dónde había iniciado yo mi caminata, hacia dónde me había dirigido y por dónde había regresado.

Todo estaba allí, claramente indicado en la nieve. Me puse a pensar entonces en la nieve como una metáfora de la vida y en las huellas que dejamos al recorrer el camino de la vida. En un sentido, toda nuestra vida ya está siendo tecnológicamente monitoreada y todo lo que hacemos deja alguna huella en algún lugar que puede servir para reconstruir nuestra vida.

Pero, desde otro punto de vista, la nieve, como la vida, no tiene huellas marcadas sino hasta que uno mismo las hace. Y sólo entonces, una vez que las huellas quedan marcadas, se puede reconstruir la vida de quien las dejó.

Y esa reconstrucción (que es mucho más que saber qué compramos o dónde estuvimos en qué momento) les da a las huellas una profundidad y un sentido que de otro modo no tendrían.

En todo eso estaba pensando cuando me di cuenta que mi carro todavía seguía estacionado frente a mi casa y que ya era hora de ir al lugar al que esa mañana tenía que ir. Fui a mi destino, completé lo que tenía que hacer y, un par de horas después de haber salido, regresé a mi casa. Y mis huellas ya no estaban. De hecho, es como si nunca hubiesen estado.

Ahora, ni siquiera yo mismo hubiese podido reconstruir los pasos exactos que yo había seguido esa misma mañana poco tiempo antes. La nieve se había ido y al irse se llevó un poco de las huellas de mi vida, borrándolas para siempre. Es verdad que la caminata sobre la nieve de esa mañana todavía queda en mi recuerdo, pero mis huellas ya no están.

Me pregunté entonces cuánto duran las huellas que vamos dejando por el camino de la vida. Y si esas huellas desaparecen (y lo hacen más rápidamente de lo que uno desearía) y a la vez uno se olvida de lo que vivió, ¿qué queda entonces de nuestra vida?  ¿Quién nos recordará? ¿Y por cuánto tiempo?

Quizá toda nuestra vida sea un caminar sobre las nieves del tiempo para dejar huellas tan superficiales y efímeras que desaparecen tan pronto como se forman. O quizá las huellas quedan para siempre en algún lugar del universo.

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