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Proyecto Visión 21

Necesitamos un nuevo diálogo y un nuevo debate sobre el futuro

La semana pasada recibí varias cajas de elementos de oficina como donación para la organización no lucrativa que dirijo. Una de las cajas estaba marcada “1999” y en su interior había elementos tan anticuados como disquetes, etiquetas para disquetes, sacapuntas, gomas de borrar y hasta una agenda con hojas de papel.

Abrir esa caja fue como visitar un mini-museo de lo que era la vida hace solamente diez años, cuando Internet no era ni tan rápida ni tan difundida como ahora, cuando  los teléfonos se usaban sólo para hablar y cuando las computadoras todavía tenían una ranura para los disquetes.

La caja me recordó cuánto ha cambiado la vida y la sociedad en sólo una década. Poco del contenido de esa caja sirve en la actualidad, ya que la tecnología y la forma de trabajo ya no son las que eran a principios del siglo.

De hecho, sería demasiado ingenuo y hasta falto de sabiduría el intentar usar en mi oficina actual los elementos que estaban dentro de la caja. Ni siquiera tengo una computadora que lea disquetes, poco uso lápiz y mucho menos goma de borrar, y mi agenda es totalmente electrónica.

No hace falta ningún análisis ni ningún estudio para mostrarme que las cosas han cambiado y que si quiero tener hoy una oficina adecuada y eficiente no lo puedo hacer con el contenido de una caja de 1999, ni siquiera aunque los elementos de esa caja estén en buenas condiciones, ya que pertenecen al pasado, no al presente.

Creo que tampoco hace falta ningún análisis ni ningún estudio para entender que el país y el mundo han cambiado mucho en los últimos diez años. Tantos y tan profundos han sido los cambios que muchos los elementos sociales que servían en aquella época (leyes, políticas públicas, campañas) ciertamente ya han quedado obsoletos.

Por eso, no quedan dudas que se necesitan cambios y reformas, ya que resultaría insensato resolver problemas actuales con elementos obsoletos, algo tan insensatos como equipar una oficina moderna con equipo del siglo pasado.

Pero a veces, quizá por miedo al futuro, nos aferramos tanto al pasado que nos encerramos dentro de la caja del pasado y allí vivimos, separados incluso del presente. Esa es la impresión que me da cuando escucho a muchos comentaristas y personajes radiales (en inglés) y oigo lo que dicen sobre temas como inmigración o salud.

Podemos debatir, y debemos hacerlo, sobre cuáles serían las reformas y cambios a implementar y cuál sería la mejor manera de implementar esos cambios. Pero no se puede debatir que ya no estamos en el pasado y que el país y el mundo, sin pedirnos permiso, han cambiado.

Por eso creo que necesitamos un nuevo diálogo y un nuevo debate, basado no en obsoletos elementos del pasado (la historia nunca es obsoleta y por lo tanto no debe excluirse) sino en realidades del presente y en desafíos del futuro.

Pero, por lo que se escucha en los medios, ese diálogo fructífero lamentablemente hoy no existe.

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