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Proyecto Visión 21

Odio mi__________ (complete usted la frase)

Francisco Miraval

Quien mire televisión por tan solamente unos pocos minutos advertirá el creciente número de programas comerciales cuyos títulos comienzan con “Odio mi…” y terminan con la parte del cuerpo que usted quiera elegir, de los pies a la cabeza y literalmente todo lo intermedio, indicándole cómo remediar la odiosa situación de que justo a usted le tocó ese cuerpo.

Según esos programas, tenemos que odiar nuestro cabello porque, si se torna demasiado blanco, revelará nuestra verdadera edad (algo imperdonable). Lo mismo sucede con las arrugas en el rostro y en las manos y con el cuello. Si los descuidamos, se volverán odiosos traidores indicándoles a otros cuán viejos realmente somos.

Y también tenemos que odiar nuestras pestañas (generalmente son demasiado cortas) y, de hecho, todo tipo de folículos corporales que, aunque forman parte de nuestro cuerpo natural, deben destruirse, ocultarse o removerse para que no estropeen nuestra vida social.

La espalda, las piernas y los pies aparecen con frecuencia entre las partes corporales que merecen ser odiadas, por los dolores que causan. La buena noticia, según los mismos programas comerciales ya mencionados, es que existen todo tipo de cremas y de dispositivos que permiten aliviar o eliminar el dolor sin necesidad de medicamentos, dieta o ejercicios.

Obviamente, el estómago (o la panza, o la barriga) figura entre los aspectos corporales más odiados y algo que uno debe hacer desaparecer lo antes posible si uno quiere vivir una vida respetable junto a atractivas jovencitas en carros nuevos. Otras partes, más privadas, también son odiadas, pero de eso no nos ocuparemos.

No es casualidad que estos glorificados avisos comerciales surjan justo antes de fin del año, es decir, cuando la gente quiere lucir bien para las fiestas y se apresta a realizar las promesas que quiere cumplir en el nuevo año. Y no es ninguna sorpresa que muchas personas se dejan seducir por la ilusión de transformarse en quienes no son y de vivir una vida mejor simplemente usando los productos que esos programas promocionan.

Además de resaltar el hecho que vivimos en una sociedad en la que las apariencias son más importantes que la realidad, estos programas que nos incitan a odiar nuestro cuerpo y, como consecuencia, quienes somos, también subrayan la superficialidad de la sociedad en la que vivimos.

Si a alguien le disgusta (“odia”) que su cabello o que sus manos revelen su edad, quizá el disgusto surja de comprender que el tiempo ha pasado y sigue pasando y que esa persona poco o nada haya logrado en su vida o tiene esperanzas de lograr.

Si alguien “odia” su espalda, piernas o pies por los dolores que le causa, quizá la solución sea realizar ejercicios físicos o quizá ese dolor sea un síntoma de una situación que requiere tratamientos médicos y no solo cremas mágicas. 

Y aunque pudiésemos cambiar todo el cuerpo, de poco serviría si no cambiamos también nuestra mente, ya que algunas de las partes más odiosas de los seres humanos no son corporales, sino puramente mentales.

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