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Proyecto Visión 21

Pensamientos negativos sobre carros usados y percas de tamaño mediano

Francisco Miraval

Hace ya muchos años, poco después de comprar mi primer carro en Estados Unidos, fuimos con mi esposa a visitar a una familia conocida. Al vernos llegar con el carro (una camioneta ya maltrecha en el momento que la compramos), el dueño de casa salió a recibirnos y antes de saludarnos comenzó una largo y negativo monólogo sobre los defectos del vehículo.

El buen hombre habló sin parar durante largos minutos no solamente sobre todos los problemas y gastos que el carro me iba a generar (a pesar de que él no era mecánico ni nunca había manejado ese vehículo), sino que también enumeró todas las multas que yo seguramente pagaría por el mal funcionamiento del vehículo, quizá, por ejemplo, al no poder detenerme en un semáforo.

Tras haber dicho todo lo que tenía que decir, entre lo cual no figuró ni una palabra positiva, el hombre entró a su casa, sin esperar mi respuesta. Ya no pude hablar con él y de hecho nunca más lo vi.

Pensé que aquel episodio ya había desaparecido de mi memoria, pero el recuerdo resurgió luego de inesperado incidente hace pocos días, cuando fui a pesar en un lago. Me gusta la pesca y uno de los motivos es que, si uno es cuidadoso y con un poco de suerte, uno puede devolver el pez ileso al agua, que es lo que hago en la gran mayoría de los pocos casos en los que pesco algo.

Una mañana de la semana pasada, una perca hambrienta decidió que los gusanitos al final de mi línea eran de su agrado y, tras hacérmelo saber por medio de algunos tironcitos de la caña, decidí aceptar su llamado y un par de minutos después la perca, de buen tamaño, ya estaba en mis manos.

Repentinamente, un anciano se acercó hasta mí y, sin mediar saludo, comenzó a decirme todos los problemas que yo tendría con los guardaparques y todas las multas que debería pagar por haber pescado la perca y haber decidido quedármela. Obviamente, el anciano jamás me preguntó qué haría yo con el pez, ni tampoco esperó a verlo. (La perca regresó al agua sin inconvenientes.)

Haciendo un gesto como indicando que él mismo daría aviso a los guardaparques del grave ilícito que yo estaba a punto de cometer, el anciano caminó unos metros hasta su carro y se fue, dejando una nube de negatividad flotando en el ambiente que sólo se disipó al restarle importancia a todo el episodio.

Pero lo cierto es que hay personas que parece que no pueden contener su negatividad y que sienten la obligación de realizar comentarios negativos incluso si no conocen nada de lo que está sucediendo. Son personas que están seguras que todo va a salir mal y se regocijan en arrojar granadas de negatividad contra sus desprevenidos interlocutores.

Contra tales personas, ni el diálogo, ni las sonrisas ni el agradecimiento funcionan. Pero no podemos dejar que nos arruinen el día ni la vida, porque no lo merecemos.

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