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Proyecto Visión 21

Teseo se esconde detrás de un rostro joven y femenino

Francisco Miraval

Desde muy niño me han gustado las historias de la mitología griega. Quizá, digo yo, porque es más fácil entenderlas que muchas de las telenovelas actuales. Y entre tantos héroes y villanos, famosos como Hércules o casi desconocidos como Procustes, siempre destaco a Teseo, quizá porque se las ingenió para matar al Minotauro y, con la ayuda de Ariadna y su hilo, salir del laberinto.

La historia de Teseo, uno de los siete grandes héroes de la Grecia antigua, es bien conocida. Como en todo mito, existen variantes. Se dice que era hijo de Egeo, rey de Atenas, o quizá hijo del mismo Poseidón. Durante su vida, según el mito, enfrentó numerosos peligros e innumerables aventuras, habiéndose encontrado con otros famosos personajes, como Jasón y sus argonautas.

Se dice, entre otras hazañas, que mató al jabalí de Caledonia, un monstruoso animal enviado a esa región por la diosa Diana (Artemisa) porque el rey local no había ofrecido los honores esperados a la diosa.

Sea como fuere, Teseo, todavía joven, eventualmente llegó a Atenas, donde fue aceptado por Egeo. Y un día Teseo se ofreció voluntariamente como “tributo”, es decir, como uno de los dos jóvenes que Atenas tenía que enviar cada año a Creta para ser sacrificados.

En lo que se conoce como el ciclo cretense del mito de Teseo, el héroe llega a Creta y, como era de esperar, es arrojado al laberinto, donde el monstruoso Minotauro lo aguarda. Pero Teseo, acostumbrado a grandes derrota al monstruo y, gracias a su amistad  con Ariadna, la hija del rey Minos de Creta, escapa del laberinto y pone fin a los tributos. Más tarde, Teseo llega a ser rey de Atenas.

En la antigüedad, este tipo de historias se contaba una y otra vez y raramente se escribían. Se transmitían más bien verbalmente y con cada transmisión algún detalle cambiaba, según las preferencias, deseos o posibilidades del relator.

Pero estos mitos, así se asume, ya no tienen lugar en una sociedad moderna, avanzada, sofisticada y científica como la nuestra. Después de todo, ¿a quién le va a interesar que un joven se ofrece como tributo para ir a morir en una tierra lejana como parte de un juego para divertir a los organizadores y mantener subyugados a los súbditos?

Los mitos, que en algún momento eran historias sagradas, se han transformado en antiguos cuentos. Aún peor, “mito” es ahora sinónimo de historia falsa, de mentira. Toda sacralidad y valor inspirador se ha perdido. Por eso, se afirma que los mitos son algo estrictamente del pasado, sin lugar en nuestra sociedad tecnológica y altamente educada.

Pero los mitos tienen la costumbre de rescribirse y reinventarse, de cambiarse de ropas y presentarse como si fueran nuevos.

Hoy, Teseo ya no es un héroe griego sino una heroína del Distrito 12 de Panem. El laberinto ha sido remplazado por la televisión. Y el monstruo a derrotar son los otros. Me pregunto a quién o a qué le estaremos ofreciendo actualmente nuestros jóvenes como tributos.

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