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Proyecto Visión 21

Tras diez años y 260.000 palabras, ¿qué nos queda por decir?

Francisco Miraval

Hace diez años recibimos el agradable desafío de escribir un comentario semanal, siempre de exactamente 500 palabras, para reflejar algunos pensamientos propios sobre temas cotidianos y no tan cotidianos. Una década después, tras 520 semanas y 260.000 palabras, ¿qué hemos dicho y qué nos queda por decir?

Con respecto a lo que hemos dicho, dejaremos que nuestros amables lectores decidan si en verdad hemos dicho algo. Con respecto a lo que nos queda por decir, resumiremos nuestra respuesta en una sola palabra: mucho (y siempre de a 500 palabras a la vez).

Nos queda mucho que decir porque, en primer lugar, todo está cambiando. El cambio ha sido una constante en la civilización occidental desde sus mismos orígenes y nuestra época no es la excepción.

Al contrario de otras civilizaciones y sociedades, presentes y pasadas, que prefieren la estabilidad y la permanencia, en nuestra sociedad todo cambia todo el tiempo, incluyendo nosotros mismos y nuestras ideas.

Como prueba, permítaseme compartir dos ejemplos, uno local (Colorado, donde vivo) y otro global. En Colorado, la legislatura estatal aprobó este año tantas leyes nuevas que Colorado ciertamente ya no es lo que era hace sólo algunos meses.

Entre esas nuevas leyes figuran reglas para la venta de marihuana recreacional, uniones entre personas del mismo sexo, control de armas de fuego, licencias de conducir y aranceles universitarios reducidos para inmigrantes indocumentados y un nuevo programa de educación sexual. Claramente, hubo un cambio de actitudes y valores.

A nivel global, cuando el Papa Francisco dice (como recientemente lo dijo) que no solamente los creyentes se salvan y que los cristianos deberían dejar de ser tan intolerantes, sin dudas se está hablando de un cambio que sin dudas resulta de interés para todas las personas “espirituales”, estén o no afiliadas con la tradición que el Papa Francisco representa. (Yo, por ejemplo, no estoy afiliado con esa tradición.)

Como me gusta decir, el futuro ya no es lo que era y, por lo tanto, aún quedan muchas cosas por decir sobre quiénes somos, qué nos pasa y en qué nos estamos transformando.

Pero si todo cambia es porque algo permanece constante, como ya lo sabían los filósofos de la Grecia antigua y como ya lo decía aquel otro sabio de la antigüedad cuando expresó que “no hay nada nuevo debajo del sol”.

Y lo que permanece desde el principio es precisamente la palabra, sea en el sentido griego de lógos (conexión consciente con el universo) o en el sentido hebreo de dabar (declaración creadora). No se trata, claro está, de palabras que decimos, que escribimos o que controlamos, sino de palabras que nos salen a nuestro encuentro y que escuchamos, aunque muchas veces no les prestamos atención.

En definitiva, estos diez años de escribir comentarios nos encuentran profundamente agradecidos con los medios que tienen la amabilidad de compartir nuestras columnas y, sobre todo, con nuestros lectores, que nos enriquecen con sus observaciones y sugerencias. Sólo deseamos que, en medio de todos los cambios, el diálogo siempre permanezca.

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