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Proyecto Visión 21

Tres grandes mentiras que aprendí visitando Harvard

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar la Universidad Harvard, en Cambridge, Massachusetts. La visita me enseñó varias lecciones, pero la más valiosa fue conocer la historia de la estatua de John Harvard, por quien la universidad fue nombrada.

En Harvard Yard, la zona más antigua de esta prestigiosa universidad, hay una estatua de bronce en cuya base dice: John Harvard, Fundador, 1638.

Lo interesante del caso es que Harvard no fue el fundador de universidad que hoy lleva su nombre sino su primer benefactor (en 1637, con una donación de 400 libros y 779 libras esterlinas). Además, la universidad fue fundada por el gobierno de Massachusetts (entonces una colonia británica) en 1636. Y la estatua, hecha en 1884, no representa en realidad a Harvard debido a que no existe ningún retrato suyo.

El escultor, Daniel Chester French, aparentemente usó como modelo de la estatua a uno de sus alumnos.

Por eso se conoce esta obra como “la estatua de las tres mentiras”, ya que la imagen de la estatua no corresponde con la persona real, la razón por la que se recuerda a la persona es incorrecta, y el año que figura en la base de la estatua está equivocado.

Me resulta interesante observar que esas mismas tres “mentiras” (imagen modificada, logros engrandecidos y fechas cambiadas) siguen estando vigentes en nuestros días y en nuestra cultura.

No creo que French haya tratado de engañar a nadie al presentar en la estatua a un hombre claramente fuerte y sano, todo lo contrario de lo que era el verdadero Harvard (que murió de tuberculosis a los 31 años en 163 .

Pero sí creo que en la actualidad la “imagen” de una persona ha llegado a ser tan importante, incluso mucho más que la persona real, que por eso mucha gente  le dedica más tiempo a su cuidar su “imagen” que a cuidar su auténtica persona.

Tan popular es la “imagen” que en realidad solamente conocemos a la “imagen” de alguien, pero no a la verdadera persona. Como en el caso de la luna, solamente vemos la “cara luminosa” o bonita de alguien, pero nunca llegamos a ver su lado oscuro.

¿Por qué sucede esto? Porque, como explicaba en 1938 el filósofo alemán Martin Heidegger, vivimos en una época en la que el mundo entero se ha vuelto una “imagen”, debido al dominio de la tecno-ciencia y al olvido del ser (o sentido de la existencia).

Por eso surgen las otras dos “mentiras”, la de hacerles creer a otros que hemos logrado más de lo que realmente hemos logrado y que somos más de lo que realmente somos, y la de “modificar” nuestra propia historia, alterándola según nos sea conveniente (al mejor estilo de 1984 de George Orwell).

Construir la vida sobre las arenas movedizas de un pasado flexible y un presente de auto-engaño sólo puede llevar a un futuro sin sentido en donde nuestra única esperanza será que nos recuerden como quienes no fuimos y por lo que no hicimos.

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