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Proyecto Visión 21

Una historia inspiradora, real y casi desconocida

Francisco Miraval

Recientemente leí la historia de un joven, Robert, con múltiples talentos en muy diversas áreas, incluyendo atletismo, golf, periodismo deportivo y abogacía. Y en cada una de esas áreas, lo que hizo lo hizo con excelencia.

En la escuela secundaria y luego en la universidad, Robert se enfocó en lucha grecorromana, llegando a ser el capitán del equipo en su universidad y ganando más de 50 enfrentamientos.  De hecho, años después ganó un premio por “representar el ideal del atleta universitario”.

Robert eventualmente completó sus estudios de abogacía en la Universidad de Pennsylvania y a esa profesión se dedicó el resto de su vida. Pero además se dedicó a jugar al golf y lo hizo tan bien que hasta lo eligieron como presidente de una de las principales organizaciones nacionales de ese deporte.

Robert también fue periodista deportivo y trabajó durante un cierto tiempo como comentarista en una estación de radio en Filadelfia y hasta llegó a ser premiado a nivel nacional por ese trabajo. Luego, en su tiempo libre, a Robert le gustaba practicar natación e ir de pesca. Y todavía tuvo tiempo para una larga trayectoria en el Partido Demócrata.

Antes incluso de llegar a la universidad, Robert ya escribía. Algunos de sus artículos y ensayos aparecieron eventualmente en libros y revistas.

Cualquier persona capaz de hacer a alto nivel una sola de las cosas que hizo Robert se destacaría sin dudas a nivel nacional. Pocos, sin embargo, llegan a ser simultáneamente atletas, golfistas, escritores, periodistas y dirigentes cívicos, y consagrarse y ser premiados en cada una de esas actividades.

Robert es una persona real. Su nombre completo era Robert G. Allman (1918-1994). Pero la historia no termina allí. Robert, debemos decirlo, era invidente desde los 4 años. Luchó sin ver a sus oponentes, jugó al golf sin ver los hoyos y comentó sobre deportes sin ver los encuentros. Y por las noches (no es broma), vendía seguros.

Muchos, incluyéndome a mí, se conformarían con destacarse en una de sola de las actividades en las que se destacó Allman. En 1952, Allman escribió: “Toda mi vida establecí una serie de metas y luego traté de alcanzarlas una tras otra”. Y lo logró porque, dijo, no permitiría en su vida “la amargura del fracaso”. Fallos, sí. Fracaso, no.

¿Qué inspiraba a Allman? La honestidad, la amistad, la humildad, la bondad. Y sobre todo la creencia de que existe “un propósito superior” para los seres humanos.

¿Qué nos inspira a nosotros? La cantidad de “Me gusta” en Facebook, satisfacer nuestros deseos lo antes posible, acumular cosas materiales, tener siempre a nuestro lado un teléfono más inteligente que nosotros mismos. Quizá por eso, al contrario de Allman, vivimos vidas amargadas y fracasadas.

Allman sugirió que algunas personas con vista estaban más ciegas que él, porque esas personas no podían “ver” sus propias limitaciones. 

Me pregunto cuántas cosas realmente no vemos y cuánto valor se requiere para abrir los ojos a la verdadera realidad y dejar de vivir una vida de conformismo.

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