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Proyecto Visión 21

¿Cuándo nos concientizaremos de ser la generación de transición?

El Mes de la Hispanidad en Estados Unidos, del 15 de septiembre al 15 de octubre de cada año, genera incontables estadísticas sobre cuántos hispanos viven en este país, a qué se dedican, qué idioma hablan y todo otro tipo de datos e información.

Una de las estadísticas que capturó mi atención fue la que indica que casi el 90 por ciento de los hispanos menores de 18 años que residen en Estados Unidos nacieron en Estados Unidos.

En otras palabras, se trata de latinos hijos de inmigrantes, pero educados y criados en las escuelas locales y, por eso mimo, totalmente inmersos en el contexto social y cultural estadounidense.

Ese distinto contexto educativo significa que estos niños y jóvenes, aunque no abandonen el español (y ciertamente no deberían hacerlo), mantengan para toda su vida el inglés como el idioma del aprendizaje. Además, el acceso y uso de alta tecnología resulta algo normal, incluso obvio, para la nueva generación de latinos.

En definitiva, se trata de una generación que, aunque llevará el mismo apellido de sus padres y en muchos casos compartirá sus gustos y valores, será a la vez distinta que sus padres, no solamente en idioma y en tecnología sino también en otros aspectos, como visión global, creencias religiosas y actitudes multiculturales.

¿Qué significa ese cambio generacional para nosotros, los padres (maestros, líderes) de esos jóvenes? Significa que debemos entender y asumir el hecho que somos una generación de transición, una “generación bisagra”, por así decirlo.

A lo largo de la historia han habido varias generaciones que se encontraron en un momento crucial para su pueblo. Un ejemplo claro (dejando de lado todo debate teológico o histórico) es el de la generación de Israel que deambuló 40 años por el desierto luego de salir de Egipto y antes de llegar a la tierra prometida.

Se trató de una generación que no estaba ni en un lugar ni en otro, que no podía volver al pasado pero que tampoco tuvo la oportunidad de construir un futuro propio. Fue una generación que debió sentar las bases para un futuro del que no iba a participar.

Sin hacer comparaciones indebidas, la actual generación de adultos hispanos también debería entender que el futuro ya no es una continuidad del pasado y que nuestros hijos, sin dejar de ser nuestros hijos, van a vivir en un futuro muy distinto de nuestra vida actual o pasada.

Por ejemplo, nuestros hijos deberán enfrentar en pocos años dos grandes e inevitables desafíos: la falta de agua (35 estados del país tienen menos agua de la que necesitan) y la masiva migración desde Asia a América del Norte.

¿Estamos preparando, educando y capacitando a nuestros hijos para que lleguen a ser los líderes que deben llegar a ser para enfrentar a esos grandes desafíos?

Tendríamos que hacerlo con todo el denuedo y esmero posibles, porque después de todo no nos queda otra opción, por el bien de nuestros hijos y por el futuro del país y del mundo.

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