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Proyecto Visión 21

¿Se puede realmente pensar en sólo 140 caracteres o menos?

Siempre me ha apasionado escribir y, como consecuencia, leer buenos libros. Pero cada vez me resulta más difícil expresar mis ideas con sólo 140 caracteres en Twitter o con 420 caracteres, gracias a la generosidad de Facebook. Y encontrar algo bien escrito y que no ofenda a Cervantes en esas y otras redes sociales es tan difícil como hallar agua en el desierto.

Desde hace tiempo que sospecho que la era digital afecta a nuestro cerebro y, por lo tanto, a nuestra capacidad de pensar, porque las pocas líneas que se comparten en las micro-bitácoras (o micro-blogging) no son pensamientos destilados en los que permanece la esencia de la idea sino pensamientos fragmentarios, apurados, inconexos.

Gracias a las redes sociales y a innumerables y crecientes aparatos ahora estamos constantemente interconectados. ¿Pero permanentemente interconectados con qué? No “con quién” sino “con qué”.  Nicholas Carr ofrece una posible respuesta en su libro The Shallows: estamos interconectados con la superficialidad.

Tanta es la superficialidad que la gente se preocupa más por su posición dentro de los motores de búsqueda que por su relación con otras personas, y celebra más haber alcanzado un cierto número de “amigos” en su red social que contar con unos pocos amigos reales, de esos que están presentes en las buenas y en las malas.

Tal superficialidad revela que no estamos conectados con principalmente pensamientos o ideas, sino sobre todo deseos insatisfechos y traumas no resueltos que se esconden y paradójicamente a la vez se muestran detrás de “actualizaciones de estado”, perfiles y avatares.

En otras palabras, no pensamos. Pensar, en su definición más elemental, significa analizar una situación o idea y contextualizarla en nuestra experiencia, entendiendo sus raíces en el pasado, impacto en el presente y consecuencias en el futuro, y su conexión con otras ideas o situaciones.

Al no pensar lo único que nos queda es tratar de satisfacer nuestros deseos y aliviar nuestros traumas, pero siempre en un contexto de soluciones simplistas y facilistas. Por eso nos interesa más la televisión que los libros.

Como bien dice Carr (autor de la famosa columna “¿Está Google volviéndonos estúpidos?”), la era digital nos ha separado de la intimidad que antes existía entre el autor y el lector de un libro, debido al efecto hipnótico y distractor de Internet. 

Para leer, y por lo tanto para pensar (es decir, internalizar ideas y conceptos) la mente debe enfocarse y concentrarse en el objeto de lectura y de pensamiento. Pero ese espacio de diálogo íntimo se pierde en Internet, según Carr, por la irrupción de constantes distracciones.

Tantas son esas distracciones (ahora omnipresentes en todos los medios) que estamos mirando una serie de televisión “para distraernos” y en un rincón de la pantalla aparece información sobre otra serie o programa. Distracción dentro de la distracción. El no pensar elevado al cuadrado.
¿Cómo entonces resolveremos los grandes problemas de nuestro tiempo (economía, salud, guerra, inmigración, trabajo, crimen, ecología) si no pensamos? Esa sí es una pregunta en la que prefiero no pensar.

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