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Proyecto Visión 21

“No sabía que había respuestas a mis preguntas”

Francisco Miraval

Recientemente me invitaron a hablar sobre temas históricos ante un grupo de personas cerca de Denver. Tras mi presentación (que en realidad fue más bien una seguidilla de nombres, fechas y eventos), una de las participantes se acercó y, sin aviso previo, me dijo: “Yo no sabía que había respuestas a mis preguntas”.

Luego, tras una breve pausa para darme su nombre, mi interlocutora manifestó que durante mucho tiempo había buscado información sobre ciertos momentos de la historia antigua en los que ella estaba interesada, pero siempre creyendo o que no existía la información que ella buscaba, o que esa información, si existía, estaba fuera de su alcance.

La sinceridad de esta señora era tan evidente que no cabían dudas de que realmente ella había infructuosamente buscado respuestas a sus inquietudes. Lamentablemente, el flujo del diálogo me impidió informarme de exactamente qué preguntas tenía y exactamente qué obstáculos le habían impedido obtener respuestas.

En esta época de fácil y rápido acceso a cualquier tipo de información (tanto auténtica como distorsionada) sobre casi cualquier tema, por más oscuro o minúsculo que el tema sea, resulta increíble pensar que todavía haya personas que, por los motivos que sea, quedan excluidas o se auto-excluyen del acceso a esa información, ni aunque la necesiten o la quieran.

No tuve tiempo de hablar con la señora en cuestión, y no para darle respuestas (no las tengo), sino para interiorizarme de sus preguntas y así comenzar mi propio y doble proceso de investigación para, por una parte, proveerle respuestas (si las hubiese) y, por otra parte, analizar por qué esta señora no pudo encontrar sus respuestas antes.

¿Será porque su propio nivel educativo se lo impide? Sinceramente, no me pareció que ese fuese caso. ¿Será por las numerosas responsabilidades diarias que seguramente tiene, como el trabajo y la familia? Probablemente, ya que con frecuencia lo urgente le gana a lo importante.

¿Será que ella cree que hay que tener algún talento especial, o hablar un cierto idioma, o contar con ciertos recursos, o pertenecer a cierta clase social para encontrar las respuestas a las preguntas que uno tiene (o al menos para entender mejor esas preguntas)?

Es muy probable. Frecuentemente me encuentro con personas que, a pesar de tener acceso a buenas oportunidades, innecesariamente se auto-excluyen de ellas debido a algunas de las situaciones recién mencionadas.

Pero puede haber una razón mucho más sencilla: quizá nadie nunca tomó en serio las preguntas de esta señora al punto que llegó el día en que ni siquiera ella misma se tomó en serio sus propias preguntas y, por lo tanto, dejó de preguntar y de preguntarse.

Si la vuelvo a ver, se va a desilusionar al saber que en muchos casos el preguntar(se) es más importante que encontrar una respuesta. Pero confío que se alegrará al saber que ella cuenta con la compañía de muchos otros peregrinos quienes incesantemente  recorren los caminos del saber. Espero que el consuelo de la compañía quizá disipe la desilusión de la frustración.  

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