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Proyecto Visión 21

¿De qué color es tu chaleco de fuerza?

En 1970 se publicó por primera vez el conocido libro ¿De qué color es tu paracaídas?, en el que Richard Nelson Bolles proveía consejos sobre cómo buscar y encontrar empleo. Medio siglo después, con todo respeto a Bolles, la pregunta ha cambiado y ahora el libro debería llamarse ¿De qué color es tu chaleco de fuerza? 

Y aún más, al contrario de lo que sucede con el paracaídas, algo que debemos preparar con anticipación al momento en el que vamos a usarlos, el chaleco de fuerza no es algo que nos preparamos para usar, sino que nos obligan a usar. 

Pero ahora vivimos en una época tan alocada que hasta elegimos, por así decir, el color de nuestro chaleco de fuerza y permitimos que nos lo coloquen, como si fuese algo normal y deseable. 

Obviamente, de la misma manera que Bolles no hablaba de un paracaídas real, sino que usaba esa imagen como una metáfora, yo tampoco hablo de un chaleco de fuerza “real”, aunque eso no significa que no llevemos uno puesto y que lo hagamos voluntariamente.

El chaleco de fuerza del que hablo es aquel que nos imponemos nosotros a nosotros mismos al restringir la realidad, las ideas y las oportunidades a aquello que ya sabemos o, peor aún, a aquello que nos enseñaron y que hemos adoptado como credo indiscutible y como doctrina inamovible. 

“No puedo dejar que tú compartas esas ideas con mi grupo porque eso puede confundir a los participantes del grupo y pueden hacer preguntas que los llevarán a cuestionar lo que creen”, me dijo alguien recientemente.

Traducción: “No puedo permitir que ni tú ni nadie les haga ver a los miembros del grupo el chaleco de fuerza que yo les impuse, porque entonces ellos se lo van a quitar y se van a ir. Y yo mismo tendré que pensar sobre mi propio chaleco de fuerza, que lo llevo puesto desde hace tanto tiempo que ya no puedo ni quiero quitármelo”.

En la época en la que vivimos, como se ha comprobado trágicamente una y otra vez (pero también a lo largo de la historia), las mentes cerradas y los corazones cerrados tienen tanta fuerza que el mismo Procusto se sentiría envidioso de cómo nosotros logramos reducir todo a nuestras propias narcisistas dimensiones.

Como bien dijo Bernardette Roberts en su libro El Sendero hacia el No-Yo (1985), “Nada se gana y mucho se pierde cuando reducimos nuestra experiencia a un marco de referencia aceptable y lo hacemos sin pensar en lo que estamos haciendo”.

Cuando así lo hacemos, cuando orgullosa e inconscientemente elegimos el color del chaleco de fuerza que vestiremos, “no expandimos nuestro conocimiento”, “quedamos atrapados en la ilusión” y “no progresamos interiormente”, subraya Roberts. 

Como dice Roberts, si no dejamos “la puerta abierta”, no solamente ya no escuchamos las opiniones de otros, sino que nos cerramos a las “infinitas posibilidades” propias de la multidimensionalidad humana. 

Entonces, ¿de qué color es tu chaleco de fuerza y por qué todavía lo llevas puesto? 

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