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Proyecto Visión 21

¿Momento de darle gracias al destino, pero no por los amigos?

Se celebra esta semana en Estados Unidos el famoso Día de Acción de Gracias y, dejando de lado toda explicación sobre sus orígenes y costumbres, queda claro que este año un elemento de esa celebración ha cambiado: los latinos en Estados Unidos ya no le dan gracias a Dios ni dan gracias por sus amigos. En realidad, sí lo hacen, pero ya no al mismo nivel que antes.

Según una reciente encuesta nacional preparada por LifeWay Research, los latinos en Estados Unidos son el grupo que menos agradece por sus amigos. Sólo poco más de la mitad expresa ese agradecimiento, comparado con tres de cada cuatro personas de otros grupos agradecidas por sus amistades.

Pero quizá el cambio más importante en comparación con años anteriores es que los latinos son el grupo más propenso en agradecerle al destino, y no a Dios o la familia, por lo que les sucede o por lo que han logrado. 

De hecho, a nivel general (sin importar el grupo del que se trate), la familia ha desplazado a Dios del primer lugar en la lista de a quienes uno está agradecido. Pero entre un importante número de latinos y más que en cualquier otro grupo, ni la familia ni Dios encabezan esa lista, sino el destino.

Esa elección de a quién (o a qué) estar agradecidos en primer lugar y por sobre toda otra persona o entidad podría analizarse y explicarse de numerosas maneras, incluyendo obviamente el bien conocido fatalismo que forma parte desde hace siglos de la mentalidad, las acciones y las decisiones de los latinos en todo el continente americano. 

Y también podría decirse que la decisión de agradecerle este 2020 al destino surge de la llegada de una pandemia que parece surgir y llegar casi por capricho e impersonalmente, es decir, de la misma manera en la que, según se cree, actúa el destino. En otras palabras, estamos donde estamos porque el destino lo quiso, incluso si en realidad el destino no puede querer nada. 

Pero hay otra posible explicación: entender “destino” en el sentido de uno de los pilares constitutivos de la cultura occidental (si es que existe una cultura occidental) que ahora, al sentir que la cultura se derrumba, se busca recuperar para volver a darle solidez a algo que tambalea y está casi a punto de caerse. 

Hace 2500 años, el filósofo griego Heráclito enseñaba que, “para el ser humano, su carácter es su destino”. En esa frase, “carácter” es “ethos”, la palabra griega que luego nos da “ética”. Y destino es “daimon”, que nada tiene que ver con demonio, y que significa el “verdadero yo” o el “yo superior”.

Para Heráclito, lo más humano del ser humano (ánthropos) es establecer una forma de vida (ethos) que nos permita conectarnos con nuestro verdadero ser (daimon) y vivir según esa conexión. Dicho de otro modo, nuestro “destino” es llegar a ser lo que en realidad ya somos. 

Quizá por eso debemos agradecer por aquellos que aún agradecen al destino. 

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