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Proyecto Visión 21

A veces, la justicia resulta muy injusta

Francisco Miraval

La adolescente tenía sólo 14 años cuando repentinamente su vida cambió para siempre. Y tenía sólo 17 años cuando ella decidió poner fin a esa vida. El responsable de la tragedia, alguien en quien ella confiaba, fue condenado a 15 años de cárcel, pero tras solamente 30 días quedó en libertad, agregando injusticia a una situación que ya era dolorosa en extremo.

Esa podría ser la historia de una de esas películas de televisión en la que todos son corruptos y todos engañan a todos y sólo la madre de la víctima mantiene su lucha para lograr justicia. Pero esta historia no es una película.

O podría ser algo que sucedió en alguno de esos países remotos (usted elija su propio país) que nos tienen acostumbrados a un nivel de corrupción tan alto en el que las víctimas son victimizadas otra vez por la justicia y los criminales gozan de impunidad. Pero esta historia no de ningún país lejano.

Quizá alguno suponga que se trata de un libro, por ejemplo, una de esas novelas en las que, de manera casi autobiográfica, se relata los grandes desafíos que una adolescente enfrenta al transformarse de niña en mujer. Pero tampoco se trata de un libro.

La historia en cuestión es real, es actual y es local. Su capítulo más reciente (casi tan repugnante como todos los anteriores) se escribió en el estado de Montana la semana pasada.

En 2007, Cherice Moralez, entonces 14, fue violada por su maestro, Stacey Rambold, ahora de 54 años. En 2010, tras el suicidio de Moralez, Rambold se declaró culpable del abuso sexual y fue condenado a 15 años de prisión en suspenso, que se transformaría en prisión efectiva si el exmaestro no cumplía con ciertas reglas, como mantenerse alejado de menores, no mantener relaciones sentimentales con adultos y completar una terapia para depredadores sexuales.

Rambold no cumplió con esas reglas, por lo cual en agosto pasado los fiscales a cargo del caso le pidieron al juez Todd Baugh, de Billings, que enviase a Rambold a la cárcel durante por lo menos 10 años. A finales de agosto, el juez desoyó ese pedido y, siguiendo el pedido de la defensa, condenó a Rambold a 31 días en prisión. La semana pasada, tras cumplir sólo 30 días tras las rejas, el violador confeso quedó en libertad.

Como si el horrible crimen no fuese suficiente tragedia, como el suicidio de la víctima no bastase, como si la corta ridículamente sentencia no fuese ya una burla de la justicia, el juez Baugh, al sentenciar a Rambold, insinuó que la víctima había sido la verdadera responsable de causar toda la situación.

El caso será apelado y podría incluso llegar ante la Corte Suprema de Montana. Y varias organizaciones locales y nacionales pidieron tanto que se investigue al juez como que se lo remueva de su puesto.

Sea como fuere, los peligros de una justicia injusta en la que las víctimas son declaradas culpables difícilmente pueden exagerarse y, por eso, deben denunciarse.

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