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Proyecto Visión 21

Amigos imaginarios poco hacen para aliviar problemas reales

Vivimos en una época de hiperconexión. Donde sea que estemos, el teléfono celular, el correo electrónico, los mensajes de texto y las redes de contactos sociales nos mantienen conectados y comunicados con amigos y con el mundo. Pero, según un reciente estudio, nos sentimos más solos y desesperados que nunca.

De acuerdo con un artículo recientemente publicado por investigadores de la Universidad de Miami y de la Universidad de Buffalo en la Revista de Psicología Social Experimental, tan solos estamos y nos sentimos que para un creciente número de personas los únicos amigos que tienen son personajes de televisión, con quienes los solitarios desarrollan imaginarias relaciones interpersonales.

En su artículo, los psicólogos Jaye Derrick, Shira Gabriel y Kurt Hugenberg explican lo que denominan la “hipótesis de la sustitución social”, que consiste en sustituir relaciones reales en las que se interactúa con otras personas cara a cara por relaciones con personajes de ficción en la televisión o en las películas, al punto de considerarlos “amigos cercanos”, adoptando su idiosincrasia y estilo.

Esas relaciones para-sociales (o pseudo-relaciones) surgen, según estos investigadores, debido a que muchas personas ya no tienen la capacidad de establecer relaciones reales con otras personas, por lo forjan una relación emocional con personajes ficticios como una manera de superar su soledad, su rechazo en la sociedad y su baja autoestima.

Mientras que las relaciones con personas reales son impredecibles y bidireccionales, las relaciones con los amigos de ficción son totalmente predecibles (todos los días a la misma hora y por el mismo canal) y unidireccionales.

A pesar de ello, tanto invierten emocionalmente las personas en esas relaciones imaginarias que cuando termina la serie de televisión en la que aparecían sus “amigos”, estas personas sufren el mismo nivel de dolor y angustia que si hubiesen perdido a un amigo de carne y hueso.

De acuerdo con los psicólogos mencionados, como promedio los habitantes de Estados Unidos pasan más tiempo con amigos de ficción que con amigos reales, en un ciclo que se retroalimenta, ya que las pseudo-relaciones impiden el desarrollo de relaciones reales.

Me llama poderosamente la atención el hecho que esta historia se publique la misma semana en que la Agencia de Investigaciones y Calidad de Cuidados de Salud (AHRQ, en inglés) del gobierno federal anunciase que comenzará a distribuir información en español sobre la depresión (específicamente, medicamentos antidepresivos) debido al creciente impacto de ese mal en la comunidad de inmigrantes latinos. Las dos historias claramente están conectadas.

Vivimos en una sociedad en la que cada vez resulta más difícil distinguir entre la realidad y la fantasía, entre lo verdadero y lo ilusorio. De hecho, esta distinción, que tanto preocupaba a Platón en la antigüedad griega, se ha vuelto irrelevante en nuestra época.

¿Pero cómo podremos resolver problemas reales si nunca nos bajamos del botecito y seguimos incesantemente cantando “Cuán pequeño el mundo es”? No podremos. Nos hemos acostumbrado a crear fantasías cada vez más laberínticas, de las que no salimos a pesar de la soledad y la depresión.

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