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Proyecto Visión 21

Cuando dejamos de confundir “ser” con “tener”, se disipa el autoengaño

En su libro El canto del pájaro (que debería ser de lectura obligatoria), Anthony De Mello cuenta la brevísima y bellísima historia del diálogo entre un joven y su pareja. El dice: “Querida, algún día seremos ricos”. Y ella responde: “Querido, ya somos ricos. Algún día tendremos dinero”. 

Invito a los lectores a dejar de leer el comentario en este momento y a explorar por sí mismos los posibles significados de esa historia. Cuando lo consideren prudente, continúen leyendo nuestro comentario. 

Leí el mencionado libro hace más de tres décadas y desde entonces he usado en incontables ocasiones el diálogo entre él y ella como ejemplo del doble significado de “rico”, indicando tanto “tener dinero” como “haber experimentado y seguir experimentando relaciones interpersonales duraderas y positivas”. 

En algunas ocasiones me he detenido a compartir algunas ideas sobre la repetición del “algún día” en el corto diálogo, preguntándome si el primer “algún día” es igual al segundo, ya que el paso del tiempo y el entendimiento del futuro varían de persona en persona. 

Pero fue sólo muchos años después de haber leído y releído a De Mello cuando finalmente percibí la sabiduría en la respuesta de la joven, quien separa el “ser rico” del “tener dinero”. O, dicho más genéricamente, que separa el “ser” del “tener” como modos de conectarse con el mundo, o con la realidad, o con el universo (como quiera llamárselo.)

Parece que ella percibió que él creía que “ser” algo equivale a “tener” algo y ella logró anular esa equivalencia manteniendo al “ser” separado, pero todavía conectado, del “tener”, creando así una esperanza para ambos que no se ve cuando él habla, ya que él parece hablar con cierto pesimismo o derrotismo. 

Obviamente, distintas culturas responden de distintas maneras a la diferenciación entre “ser” y “tener”. Por ejemplo, en español la edad se tiene (“Tengo cinco años”), mientras que, en inglés, uno es la edad (“I am five”). Y lo mismo pasa, como ejemplo adicional, con el hambre: “Tengo hambre” comparado con “I am hungry”. 

Parece, entonces, que la cultura o el idioma nos inclinan en una o en otra dirección. 

Sea como fuere, al hablar de este tema no puede dejar de mencionarse a ¿Tener o ser?, que Erich Fromm publicó en 1976, no sólo para explorar las marcadas diferencias entre uno y otro modo de existir (ambos válidos y necesarios), sino para resaltar que frecuentemente confundimos el “ser” con el “tener” (“con-fundir”, es decir, fusionar lo que antes estaba separado.)

Esa fusión conjunta (confusión) provoca que le demos prioridad a uno u otro modo de existir o, peor aún, que nos enfoquemos exclusivamente en uno de esos modos, negando o despreciando al otro. Así, terminamos “siendo” lo que no somos y “teniendo” lo que no necesitamos, sin jamás llegar a saber ni quiénes somos ni qué necesitamos. 

John Vervaeke (Universidad de Toronto) aptamente califica a esa confusión modal por lo que es: nihilismo. El nihilismo es la base del autoengaño. Y el autoengaño es contagioso.  

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