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Proyecto Visión 21

El desafío de dejar de lado el pasado para construir el futuro

Francisco Miraval

Durante una reciente presentación, uno de los participantes (un hombre ciertamente de más de 40 años) me dijo: “Me agrada mucho lo que usted propone y me gustaría aceptarlo, pero no es lo que me enseñó mi padre”.

Obviamente, jamás le pediré a nadie que deje de aceptar lo que su padre le enseñó para aceptar algo de lo que yo digo. La razón es muy sencilla: jamás le pido a nadie aceptar nada de lo que digo porque todo lo que yo pueda decir es, en el mejor de los casos, sólo provisional.

Sin embargo, la observación del mencionado participante me hizo inmediatamente pensar qué idea tan importante ese hombre había recibido de su padre que incluso ahora, en la mitad de su vida, ese hombre se guiaba por las enseñanzas paternas al punto de rechazar otras ideas, aunque a él le gustasen.

Le pregunté al participante cuál era esa enseñanza tan poderosa que guiaba sus pensamientos y que lo ayudaba a decidir qué aceptar y qué rechazar. Después de todo, poseer ese tipo de criterio parece otorgar una cierta ventaja para la vida porque, incluso si se tratase de una idea equivocada, simplifica mucho la toma de decisiones.

El hombre hizo su mejor esfuerzo para compartir las enseñanzas recibidas de su padre, una mezcla de religiosidad tradicional y valores éticos y familiares con los que muchos de nosotros estaríamos en gran medida de acuerdo.

Me desilusionó, entonces, que no hubiese ningún secreto (no por lo menos que el participante hubiese deseado compartir con el grupo). No hubo nada que yo o los otros participantes no hubiesen escuchado antes. Ni revelaciones ni herejías, sólo sabiduría atemporal, desde amar al próximo, hasta hacer el bien hasta madrugar y salir a trabajar.

Entonces, me sentí preocupado por saber qué elemento o idea de lo que ya estaba explicando sobre el futuro emergente y el transhumanismo podría chocar de tal manera con las ideas tradicionales que alguien hasta viese tal contradicción entre mis palabras y las enseñanzas tradicionales al punto de no poder aceptar lo que se estaba comentando.

Pero luego comprendí que el tema no era la supuesta contradicción entre las enseñanzas tradicionales y lo que yo decía (después de todo, lo que yo pueda decir carece de importancia), sino entre esas enseñanzas tradicionales y el futuro emergente, donde queda claro que poco de lo que nos enseñaron en el pasado tendrá un lugar.

En otras palabras, el hombre en la reunión comunitaria tenía un conflicto entre su pasado (representado por su padre) y su futuro (bloqueado de su mente precisamente por su pasado). Por no poder desprenderse del pasado no podía ver el futuro, pero, a la vez, no podía negarse a él mismo que ese futuro está a punto de llegar, sin pedirle permiso ni a él ni a sus creencias tradicionales.

¿Traicionaremos al pasado por construir un futuro inconmensurable con ese pasado? ¿Nos negaremos al futuro por aferrarnos al pasado? ¿O seguiremos paralizados por ese innegable conflicto interior?

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