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Proyecto Visión 21

En esta época hiperconectada, estamos más aislados que nunca

El filósofo Byun-Chul Han afirma (y con razón) que vivimos en una época en la que nos explotamos a nosotros mismos y además lo hacemos con agrado. Por eso, vivimos continuamente estresados, abrumados y agotados. Un reciente estudio, preparado por Hapi.com, agrega detalles a esa observación.

Según ese reporte, vivimos en una sociedad en la que hemos perdido la capacidad de “escuchar activamente” al otro. Es decir, escuchamos para descargar información, o para tratar de ganar un argumento, o para esperar que el otro se calle y decir lo que queremos decir. Pero no escuchamos para entender ni, mucho menos, para generar un diálogo creativo.

Sin importar a qué o quién se puede elegir para hacerlo responsable de esa situación (la pandemia, la tecnología, las redes sociales, nuestro estilo de vida, la cultura), los resultados de esa mala comunicación son claros: vivimos socialmente aislados, sin relaciones positivas, sin nadie que nos enseñe, con constantes obstáculos socioeconómicos y sin poder resolver nuestros propios problemas. 

El aislamiento social, subraya el reporte. “erosiona nuestra capacidad de crecer” porque reduce nuestras oportunidades para conectarnos con otros de una manera positiva. De hecho, para muchas personas, estar con sus familiares, amigos y colegas es un “problema mayor” y un “gran dolor” porque ni unos ni otros saben que decir ni se escuchan entre ellos.

Además, al contrario de lo que sucedía con generaciones del pasado (pero no tan lejanas), ya no existen personas mayores o personas con mayor experiencia que sirvan como consejeros o mentores para responder a los desafíos de la vida. De hecho, ellos están tan abrumados como todos nosotros y muchas veces parece “totalmente imposible” ofrecer ayuda o consejos. 

Simultáneamente, sin importar cuántos ingresos tenga una persona o cuán bueno y estable sea su trabajo, todos saben que esa situación puede desaparecer en cualquier momento debido a la volatilidad del mundo actual. Una pandemia, una guerra, un atentado o un desastre natural, y todos, ricos y pobres, pueden verse repentinamente sin nada. 

Para muchas personas, la “intensa presión emocional” que les causa sólo pensar en esas desagradables posibilidades es suficiente para dejar de ser efectivos y saludables en sus relaciones hogareñas, en el trabajo y entre sus contactos sociales. 

Cuando todo eso se combina en la mente y el corazón de una persona, el resultado es la pérdida o disminución de la capacidad de analizar y resolver problemas. Dicho de otro modo, aunque casi 9 de cada 10 personas afirma que saber resolver los problemas propios es la “principal habilidad”
que uno puede y debe desarrollar, pocos son los que cuentan con esa habilidad.

Mucho ya no pueden resolver sin ayuda sus problemas personales o laborales. 

Como dijo Han, “Hoy buscamos más información sin obtener ningún conocimiento real. Nos comunicamos constantemente sin participar en una comunidad. Guardamos grandes cantidades de datos sin recordar nuestros propios recuerdos. Acumulamos amigos y seguidores sin encontrarnos con otras personas. Así es como la información desarrolla una forma de vida que no tiene ni estabilidad ni duración.”

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