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Proyecto Visión 21

Estudiantes universitarios con hambre: ¿cómo puede ser?

Francisco Miraval

Una de mis alumnas me envió esta pregunta: ¿Cómo puede ser que quienes realmente tienen hambre de aprender (en la universidad) también sean quienes realmente tengan hambre? No se trató de una pregunta retórica sino de una pregunta real, aunque estoy seguro que esta estudiante (nacida en México) no esperaba ni espera ninguna respuesta.

Yo también me pregunto cómo es posible que en Estados Unidos en el siglo XXI haya gente con hambre. El hambre es intolerable en cualquier época y lugar, pero, en esta época y en este lugar es algo que no debería existir. Y, sin embargo, existe. En Colorado (donde vivo), 270.000 niños padecen de hambre o de inseguridad alimenticia y casi uno de cada cinco adultos está en esa misma situación.

¿Pero qué pasa cuando la persona con hambre es un estudiante universitario? Cuando compartí esa pregunta con algunos “expertos”, primero negaron que el problema exista y luego repitieron que si un estudiante universitario pasa hambre es porque él mismo o ella misma creó esa situación.

Los “expertos” me explicaron que muchos estudiantes universitarios no saben manejar su tiempo, por lo que no se toman el tiempo para preparar o para comprar comidas. O no les gusta comer solos, por lo que no comen ni aunque tengan para comer. Y otros estudiantes no saben controlar sus gastos o sus tarjetas de crédito, por lo que se quedan sin dinero para comprar comida.

Estoy de acuerdo con todo eso y sé que en muchos casos eso es exactamente lo que sucede. Pero este año he visto varios casos, incluyendo el caso de la muchacha que me hizo la pregunta antes mencionada, que no se pueden explicar sólo por la inhabilidad del estudiante para administrar su tiempo, su dinero o sus gustos. Se trata, por el contrario, de personas que realmente padecen de hambre.

Recuerdo el caso, hace ya varios meses, de una alumna que, en una clase por la tarde, se negaba a responder preguntas y se tomaba constantemente el estómago. Luego, durante un receso, sacó de su mochila un pequeño bocadillo que devoró inmediatamente. Pero lo hizo de tal manera que claramente indicaba que esa estudiante tenía hambre. Y realmente era así.

Para esa muchacha, ir a la universidad significaba para ella y para su familia tener que elegir entre pagar el arancel universitario o comprar suficiente comida. Su deseo de construir un futuro mejor para ayudar a su familia le impedía dejar la universidad. Y su modestia personal le impedía pedir ayuda. Para ella, el hambre era una situación muy real.

Mientras tanto, como decía mi alumna en su pregunta, muchos otros estudiantes universitarios no pasan hambre, pero tampoco “tienen hambre” (metafóricamente hablando) ni de estudiar ni de aprender. ¿Dónde y cómo podrá encontrarse un equilibrio entre una y otra situación?

No lo sé. Pero sí sé que ningún problema se resuelve si primero no se reconoce que el problema existe. Lamentablemente, pocos aún reconocen que el hambre es una realidad, incluso entre estudiantes universitarios.

               

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