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Proyecto Visión 21

La peor respuesta jamás recibida: “De eso no se puede hablar”

Francisco Miraval

De todas las repuestas que jamás yo he recibido a mis preguntas, las respuestas más desagradables han sido “De eso no se puede hablar” porque, lejos de ser una respuesta, esa frase oscila entre una actitud escapista, algo de condescendencia y mucho de ignorancia, haciendo imposible el pensamiento y el diálogo.

Pero ¿por qué “de eso no se puede hablar”? Si quien expresa esa afirmación fuese honesto, debería decir algo así como “Ese es un tema que, en el marco de nuestras creencias, valores y doctrinas, preferimos evitar o debemos evitar”. 

Sin embargo, tal nivel de honestidad no existe, y, por el contrario, la afirmación “De eso no se puede hablar” se repite en una miríada de variaciones, incluyendo “Esas preguntas no se hacen” y “Las cosas son como son y así hay que aceptarlas”. 

Es verdad que mi mentor nunca respondía a mis preguntas, pero lo hacía como un método didáctico y pedagógico, del que él era plenamente consciente, para guiarme desde la ignorancia reflejada y expresada en mis preguntas hasta un mejor entendimiento de las preguntas que hiciese que esas preguntas se volviesen obsoletas y otras surgiesen, repitiendo el ciclo.

Pero no estoy hablando de no responder como una forma de elevar la conciencia del interlocutor, sino de no responder como una forma de terminar todo diálogo o por lo menos de restringirlo a límites reducidos, es decir, a los límites del pensamiento propio, acríticamente adquirido y considerado en muchos casos como los límites mismos de la realidad.

En ese contexto, todo criticismo y desafío de lo “ya sabido” resulta inaceptable. Por eso, preguntas teológicas, filosóficas, políticas, históricas o sobre temas controversiales, desde sexualidad hasta eventos paranormales, resultan inadmisibles dentro de ciertos paradigmas.

Pero los paradigmas van y vienen, como magistralmente lo explicó Thomas Kuhn, y, por eso, aquellos temas de los que “no se debe hablar” sirven como indicaciones de los límites del paradigma y como señales o semillas del nuevo paradigma. 

Es decir, una mirada atenta a los temas prohibidos es una mirada atenta al horizonte de la realidad imperante y al nuevo amanecer más allá de ese horizonte. Esa mirada atenta, aunque profundamente contemplativa, también es profundamente activa, es un llamado a la acción. Y no es solamente una mirada, ya que también implica escuchar lo dicho y no lo dicho. 

Sinceramente me desagrada pensar en la cantidad de veces que, en mi niñez y adolescencia, las respuestas a mis preguntas fueron “De eso no se habla”. Sólo puedo imaginarme cuán distinta hubiese sido mi realidad y mi futuro si las respuestas hubiesen sido: “Esa es una buena pregunta. ¿Por qué no buscamos la respuesta juntos? O, “Desconozco la respuesta, pero no dejes de preguntar”. 

Sea como fuere, imponer límites al diálogo y al preguntar, controlar el discurso y la narrativa, determinar de qué se puede hablar y de qué no se puede hablar significa limitar nuestra propia humanidad. Y eso debe y merece ser cuestionado, porque de eso sí debemos hablar y hacer preguntas. 

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