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Proyecto Visión 21

Llegó la hora de salir del encierro y las tinieblas

Francisco Miraval

La llegada de la primavera ha sido considerada por muchos pueblos desde tiempos inmemoriales como la señal de la naturaleza o el universo para salir del encierro impuesto o autoimpuesto del frío y de las tinieblas y reencontrarse con la vida, la luz y la esperanza. Pero a veces ni el mejor canto de los pájaros ni las más coloridas flores nos motivan a la salir de la modorra diaria.

Recientemente, por ejemplo, una joven, a quien yo no conocía hasta el momento que ella me contactó, pidió mis consejos (como si tuviese alguno para dar) porque, me dijo, ella quería cambiar y mejorar su vida.

Tras unos minutos de conversación quedó claro que la joven, de poco más de 20 años, posee un gran potencial para hacer mucho más de lo que ahora hace. Nacida en Estados Unidos de padres inmigrantes, domina perfectamente el español y el inglés, por lo que ni el idioma ni su situación legal son impedimentos para ella.

Además, tiene bastante tiempo a su disposición (trabaja unas pocas horas por semana), por lo que, me dijo, ella quiere dedicarse a estudiar y a encontrar un trabajo con mayores ingresos y beneficios para darle una vida mejor a sus dos pequeños hijos. Mientras tanto, explicó, su madre la ayuda a cuidar a los niños y con las tareas de la casa.

Sin dudas, se trata de una joven con sinceros deseos de progresar y sin los obstáculos que afectan a otras personas de su edad, ya que ella (obviamente) tiene presencia legal en el país, es bilingüe, tiene trabajo y cuenta con un grupo de apoyo social y familiar.

Por eso, quizá imprudentemente como descubrí después, compartí con esta joven algunas alternativas que me pareció serían de su interés, como estudios universitarios acreditados en línea, la posibilidad de abrir su propio negocio, y la necesidad de expandir su red de contactos.

Quedamos en volver a comunicarnos, pero pasaron varias semanas hasta que finalmente recibí un correo electrónico de la joven, agradeciéndome por mis consejos, pero indicando que no iba a poder seguirlos porque los estudios le llevarían mucho tiempo, no podía abrir su negocio porque no tenía experiencia previa y no conocía a tantas personas como para expandir su red de contactos.

Además, me dijo, ya había conseguido “trabajo”, es decir, se había afiliado con una compañía de multinivel. De esa manera, me explicó, podría “ganar mucho dinero sin tener que trabajar”.

Me hubiese gustado decirle que el estudio verdadero siempre lleva tiempo porque es mucho más que bajar videos o completar exámenes de opciones múltiples. Y nadie nace sabiendo cómo hacer negocios, sino que se aprende. Y que precisamente por no conocer a muchas personas es que necesita empezar a conocer a más personas. Pero no dije nada.

¿Qué se le puede decir a Perséfone si ella insiste en quedarse en el Hades, aunque Deméter llore y nos condene a todos a convivir con el frío invierno de otra vida con su verdadero potencial desperdiciado?

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