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Proyecto Visión 21

Lo que no podemos decir, no podemos ver

Francisco Miraval

Un nuevo estudio, realizado por un científico y psicólogo de la Universidad de Wisconsin en Madison, indica que el lenguaje ejerce una marcada influencia en la información visual que recibimos. Dicho de otro modo, “las palabras desempeñan un poderoso papel en lo que vemos”, según el Dr. Gary Lupyan.

En un artículo en el número más reciente de la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences, Lupyan explicó que “en el caso de la visión, lo que conscientemente percibimos parece estar profundamente afectado por nuestros conocimientos y expectativas”.

Y esas expectativas, dijo el científico, “pueden ser modificadas por una sola palabra”. Es significa que si uno aprende una palabra nueva o escucha en el momento oportuno una palabra que uno ya conocía, entonces puede ver lo que de otro modo no vería. Para decirlo de otra manera, “el lenguaje puede revelar lo invisible”.

¡Cuánta razón, entonces, tenía el Principito al anunciar que lo esencial es invisible a los ojos! Aún sin los valiosos experimentos científicos realizados por Lupyan, Antoine de Saint-Exupéry ya sabía que los ojos no ven lo que el corazón no escucha.

En sus experimentos, Lupyan y su equipo le mostraron a un grupo de voluntarios un cierto objeto conocido (una silla, un canguro) en un ojo, mientras que el otro ojo sólo percibía “ruido visual”. El “ruido” (básicamente, líneas y luces) era tanto que anulaba la percepción del objeto conocido. Pero cuando la persona escuchaba el nombre de ese objeto, podía verlo, a pesar del ruido.

Según Lupyan, este tipo de estudios demuestra que “el lenguaje es una herramienta poderosa para darle forma a nuestros sistemas de percepción”.  Dicho de otra manera, lo que queda fuera del lenguaje también parece quedar fuera de la percepción.

Pero si por un lado el lenguaje nos permite ver lo invisible, por otro lado si escuchamos una palabra “incorrecta” (es decir, una palabra que no responde a nuestras expectativas en ese momento), esa palabra interfiere con nuestra percepción y nos impide ver lo que de otra manera veríamos.

Según Lupyan, la influencia del lenguaje sobre la percepción visual comienza a una edad temprana y es profunda. De hecho, sus experimentos, dijo el científico, revelan que la conexión entre lenguaje y percepción sensorial es más profunda de lo que se hasta ahora se sospechaba y no se reduce sólo a la visión.

En su Tractatus, Wittgenstein ya advertía aquello que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.  Agrego yo (con mis disculpas al filósofo austro-inglés) que si algo queda fuera de mi lenguaje, entonces también queda afuera de mi mundo. Y si mi lenguaje se expande, entonces mi mundo también se expande.

Ese poder creador y destructor de la palabra era algo bien conocido por los antiguos, que incorporaron esa creencia en muchas de sus tradiciones, incluso aquellas relacionadas con la creación del mundo. Pero en nuestra época parece que el lenguaje creador (poético) se ha devaluado y sólo nos quedaría un lenguaje superficial y calculador.

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