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Proyecto Visión 21

Sobre extranjeros ancianos, arte de practicar y otras necedades

Francisco Miraval

A casi diez años de haber comenzado a publicar estos mini-ensayos semanales, y con ya varias décadas dedicadas a la docencia y a las actividades comunitarias, me pregunto con cada vez más frecuencia si no sería mejor ser un idiota, no en el sentido insultante de la palabra ni el significado psicológico, sino en el sentido que le daban los griegos de la antigüedad.

Para aquellos griegos, el idiota (idiotes) era la persona que, independientemente de sus facultades intelectuales o habilidades mentales, prefería no participar en “política”, no en el sentido partidista actual, sino entendiendo “política” como lo hacían los griegos, casi como sinónimo de sociedad.

En otras palabras, el idiota era quien analizaba la realidad social a su alrededor, comprendía la absurdidad de esa realidad, aceptaba cuánto le disgustaba, y por eso prefería “mantenerse dentro de sí mismo” (el significado original de la palabra), sin aportar nada a la sociedad, pero a la vez tratando de no ser afectado desproporcionadamente por ella.

Se trata, claro está, de un mecanismo de defensa con un toque anti-social en el que se mezclan en partes desiguales la indiferencia, el fatalismo, el individualismo y el narcisismo, todo para expresar el desacuerdo personal con una sociedad a la que se percibe como corrupta e irredimible.

A 2.500 años de aquella situación en Grecia (que puso en marcha la evolución semántica de idiotes), poco parecen haber cambiado las cosas, por lo que regreso a la pregunta del principio, para tratar de determinar si no sería mejor aceptar el creciente hiperindividualismo y dedicarme “sólo a lo mío” (otro de los significados originales de “idiota”).

¿Cómo ser parte de una sociedad en la que el diálogo es cada vez más difícil? Tomemos el caso de Ancient Aliens, en programa que afirma que seres extraterrestres visitaron la tierra en el remoto pasado de la historia humana.

Por razones que desconozco, quizá por ignorancia o inadvertencia, cuando se tradujo ese programa al español alguien confundió los dos sentidos de “alien” (que significa tanto “extraterrestre” como “extranjero”) y repentinamente el programa se transformó en una teoría sobre la visita de extranjeros ancianos en la historia humana antigua.

Compartamos un ejemplo en la dirección opuesta, del español al inglés. Hace algunos años, el filósofo español Fernando Savater publicó un libro titulado El arte de ensayar, en el que explica cómo y por qué él escribió ciertos ensayos sobre pensadores y autores famosos del siglo pasado.

Lamentablemente, alguien, al escribir sobre esa obra en inglés, tomó la palabra “ensayar” literalmente, por lo que el título se convirtió en Art of Practice, el arte de “practicar”, como si el libro fuese un manual de consejos para mejorar la calidad de las “prácticas” (“ensayos”) para poner en escena una obra de teatro.

Ante claros ejemplos de distorsión (¿intencionada?) del diálogo, me pregunto si no sería mejor ser un perfecto idiota. Creo que mirando televisión a la vez que navego por Internet y constantemente miro a mi celular estoy cada vez más cerca de lograrlo.

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