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Proyecto Visión 21

Tres razones por las que ya no hablo de inmigración

Francisco Miraval

La semana pasada me invitaron a hablar sobre inmigración en una escuela de Denver, pero sólo me dieron 15 minutos para comentar el tema. Como le dije a la audiencia compuesta de líderes religiosos y dirigentes comunitarios, creo que sería más fácil explicar la teoría de la relatividad de Einstein en 15 minutos que tratar de explicar la actual situación inmigratoria.

De hecho, creo que resulta más sencillo entender las complejidades de la mitología griega que entender los misterios de las leyes inmigratorias vigentes.

Por eso, le dediqué esos 15 minutos de mi presentación a explicar las tres razones por las que ya no hablo de inmigración, a pesar de la importancia del tema y a pesar de que seguiré aceptando invitaciones para participar de este tipo de eventos.

Primero, ya no hablo de inmigración por razones históricas. El movimiento de personas de un lugar a otro es tan antiguo como la humanidad misma. De hecho, debido a esos movimientos migratorios la humanidad no quedó restringida a un sector de África, o, si se prefiere, a vivir del lado de afuera de las puertas del Edén.

Tanta es la ignorancia sobre la historia de la inmigración que en el estado en el que vivo (Colorado) las escuelas prácticamente no enseñan nada sobre la presencia de los hispanos en esta zona, a pesar de que los hispanos llegaron al área más de 250 años antes de que el territorio pasase a manos estadounidense.

Ignorar el contexto histórico de la inmigración lleva a una profunda distorsión del tema. Por eso, prefiero no hablar de inmigración.

Segundo, tampoco hablo de inmigración por razones lingüísticas. Creo que el vocabulario y las ideas que usamos sobre inmigración, es decir, la narrativa del tema, ya han sido decididos por otros, y nos vemos obligados a usar esas palabras e ideas sin importar cuál sea nuestra postura con respecto a la inmigración.

Recientes estudios de los periódicos de Estados Unidos revelan que por cada mención positiva sobre inmigración en esos periódicos se publican diez menciones negativas del tema. Y esas menciones incluyen palabras como “ilegal”, “problema”, “crisis”, “invasión”, “guerra” y “batalla”.

Esa actitud negativa hacia los inmigrantes no es nueva. Otro estudio demuestra que los medios estadounidenses han mantenido ese tipo de actitud durante el último siglo y medio.

Mientras prevalezca tal actitud será muy difícil y casi imposible mantener un diálogo abierto, franco y productivo. Por lo tanto, prefiero no hablar del tema.

Tercero, no hablo de inmigración por razones existenciales. Creo que uno de los elementos preponderantes del debate inmigratorio es la deshumanización de los inmigrantes y también creo que esa deshumanización es posible porque primero nos hemos deshumanizado a nosotros mismos.

La deshumanización es real. Quien quiera comprobarlo sólo debe mirar la manera en que se presenta a las personas en los comerciales de televisión.

Cuando nos rehumanicemos a nosotros mismos recuperando nuestra historia y liberándonos de narrativas preimpuestas, entonces podremos hablar de inmigración. Mientras tanto, todo diálogo resulta irrespetuoso a nuestra propia humanidad.

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