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Proyecto Visión 21

Tristeza, muerte se entremezclan en las mentes de niños y jóvenes

Al salir recientemente de una tienda, me encontré con dos estudiantes de una escuela primaria, claramente hermano y hermana, que estaban conversando entre ellos y que, por eso mismo, me permitió escuchar su conversación por unos pocos segundos antes de que se alejasen de mí.

“Estoy triste”, dijo el niño, probablemente de unos 10 años.

“¿Es una tristeza como cuando alguien se muere o una tristeza como cuando algo malo a pasar?”, le preguntó su hermana, quizá sólo un par de años mayor que el niño.

No pude menos que detenerme y pensar durante algunos minutos lo que yo acababa de escuchar. Sólo después pude seguir mi camino.

Me pregunté una y otra vez a mí mismo, pero sin obtener una respuesta clara, en qué contexto se justifica que cuando un niño de 10 años afirma estar triste la mejor pregunta que le puede hacer su hermana es si esa tristeza se relaciona con una muerte reciente o con una inminente tragedia.

Tanto el rostro del niño, que nunca levantó la vista del suelo, como el tono de voz de la conversación revelaban que se trataba de una conversación seria. No había ni risas ni sonrisas. No parecía el preludio de una broma por parte del niño ni, eso sentí, una exageración por parte de la jovencita.

Debo confesar que cuando el niño dijo “Estoy triste” inmediatamente pensé que su siguiente frase sería algo relacionado con la escuela, quizá una calificación baja, o alguna sanción disciplinaria. O quizá alguna pelea con un compañero o un amigo que ya no iba a esa escuela.

Pero cuando la jovencita conectó la expresión de su hermano con una pregunta sobre la muerte o sobre una desgracia, quedó claro que la tristeza del niño dejó de ser una mera circunstancia escolar adversa para transformarse en una tristeza existencial. Algo amenazaba su propio ser. Y su hermana lo captó perfectamente.

¿Qué puede hacer que un niño o una niña todavía en la escuela primaria (en Colorado, en Estados Unidos) sienta tristeza porque su propio ser corre peligro?

Lamentablemente, la lista es larga e incluye desde tiroteos en las escuelas hasta el creciente impacto de la epidemia de opioides, hasta un alto nivel de incertidumbre laboral que hace que, a pesar de la bonanza económica, la mitad de las personas en este país no cuenten con los recursos necesarios como para satisfacer sus necesidades mínimas, o estén cerca de llegar a esa situación.

Todo eso es verdad, pero no creo que el niño en cuestión estuviese pensando en tiroteos, opioides o economía, sino en algo más profundo, más personal, más visceral, y, como bien lo intuyó su hermana, más cercano a la muerte que a la vida.

Y eso es lo que me preocupó, porque en Colorado el suicidio supera a los accidentes automovilísticos como la principal causa de muerte de menores de edad. Y cada vez son más los niños/as que toman esa irreversible decisión.

¡Por Dios! ¿Qué clase de horrible monstruosidad social hemos creado?

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