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Proyecto Visión 21

¿Hasta cuándo insistiremos en la alocada pretensión de ser los únicos y los mejores?

Cuando yo estaba todavía en la escuela primaria (hace no tantas décadas) se nos enseñaba que una de las diferencias entre los humanos y los “animales” era la capacidad de los humanos para crear y usar herramientas. Luego, ya con mayores conocimientos y con avances en zoología y biología, esa “diferencia” desapareció, ya que son varios los “animales” que usan herramientas.

Ese es uno de los tantos ejemplos que podrían darse de esa búsqueda alocada e insensata de algo que confirme que los humanos somos los únicos y los mejores y que, por eso mismo, estamos en el pináculo de la existencia. De hecho, como algunos se atreven a decir, hasta seríamos la razón misma de la existencia del universo.

Tonterías rayanas con un autoengaño (casi) patológico.

Hasta hace unos 2400 años, para dar otro ejemplo, se creía no sólo que la tierra era el centro del universo, sino también que todo el universo se reducía a una esfera (con la tierra en el centro) con un radio de unos 30 kilómetros desde la superficie de la tierra. Esa esfera era sólida (“firmamento”) con estrellas (fuego) incrustadas. 

Saltándonos numerosos siglos, Copérnico, Galileo (E pur si muove) y otros ayudaron a demostrar que ni la tierra ni el sol estaban en el centro del universo, pero ese movimiento no destronó al ser humano como la cúspide de la creación. Para eso se necesitó la posterior intervención de Darwin (evolución) y de Freud (inconsciente).

En definitiva, a principios del siglo pasado quedó claro que los humanos no ocupamos ningún lugar especial ni en el universo ni en la tierra y que, pese a quien le pese, no somos tan racionales como nos creemos (como Freud y las guerras mundiales lo demostraron) y que el azar y algunas mutaciones son suficientes para explicar nuestra presencia.

A pesar de ello, dos elementos de nuestra supuesta superioridad aún persistían: nuestra (también supuesta) inteligencia y el hecho de que (según se creía) la Vía Láctea era todo el universo. Dicho de otro modo, aunque ya no estábamos en el centro del universo ni había un designio para nuestra existencia, seguíamos siendo privilegiados por nuestra inteligencia y nuestra galaxia.

Ahora, obviamente, sabemos (gracias a Andrómeda) que la Vía Láctea no es todo el universo, sino solamente una (casi insignificante) galaxia entre incontables otras. Y se sospecha que nuestro universo ni es el primero ni el único: el multiverso bien podría ser real.  

Además, bien podría darse el caso que la inteligencia artificial supere (quizá de manera consciente) a la inteligencia natural humana (no se necesita mucha inteligencia para hacerlo), como lo advierten expertos en el tema. O quizá nos encontremos con seres inteligentes de otros planetas (o quizá ya lo hemos hecho, según Avi Loeb.)

Sin embargo, sin importar milenios de golpes históricos a nuestro desacertado narcisismo, aun así insistimos en creernos los únicos, los mejores y los superiores. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que la IA, ET y hasta los orangutanes se rían de nosotros? ¡Recuperemos la sensatez! 

 

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