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Proyecto Visión 21

Ocupar el mismo espacio no significa ocupar el mismo tiempo

Recientemente, el filósofo español Daniel Innerarity propuso (acertadamente) que el nuevo desafío social consistirá en resolver el dilema de aquellas personas que “viven en un mismo espacio, pero con diferentes horizontes temporales.” Aunque pocas veces lo pensamos y mucho menos lo admitimos, es verdad que compartir un espacio no significa vivir en el mismo tiempo.

Queda claro que las consecuencias filosóficas y prácticas de esa situación (insisto, seamos conscientes o no) son inmensas. En primer lugar, ya no podemos aceptar con obvio o como inevitable que aquella persona que está frente a nosotros (en el mismo espacio físico) está a la vez en el mismo tiempo, es decir, el mismo horizonte temporal.

Y en segundo lugar, esa falta de simultaneidad en la experiencia temporal abre la posibilidad no sólo a múltiples futuros y no solamente uno, sino también a múltiples futuros emergiendo y ocurriendo simultáneamente (aunque la simultaneidad parece ser una medida casi arbitraria que depende del observador y de la consciencia del observador).

Todo esto de proponer que cada uno de nosotros vive, por así decirlo, dentro de su propia burbuja temporal suena como algo ridículo y absurdo, como una pérdida de tiempo, como un ejercicio “filosófico” en el sentido despectivo de la palabra. Pero no es así. 

Pensemos, por ejemplo, que los niños pequeños tienen un horizonte temporal muy distinto al de sus padres. De hecho, a muchos niños les cuesta entender que sus padres también alguna vez fueron niños. Y el horizonte temporal de un historiador, de un arqueólogo, de un paleontólogo o de un astrónomo es mucho más extenso que el de la persona sin esas especializaciones.

Hace sólo poco más de dos siglos el poeta y pensador alemán Goethe decía que, para no andar deambulando por la vida, era necesario conocer unos 3000 años de historia, debido a que en aquella época no tan lejana se consideraba que ese era el horizonte temporal de la civilización humana. Desde entonces, ese horizonte se ha expandido exponencialmente. 

Esos ejemplos muestran que no todos compartimos la misma experiencia temporal, una disparidad que se agudiza (creo yo) en el caso del futuro, algo de lo que muchas personas prefieren sencillamente ni siquiera pensar. 

Por eso, Innerarity tiene razón al sugerir que, de aquí en más, resultará cada vez más difícil convivir con aquellos con quienes compartimos el mismo espacio, pero no el mismo tiempo. Y en el “nuevo” tiempo, nuestro entendimiento del tiempo y del universo están cambiando rápidamente. 

Por ejemplo, recientes experimentos en el acelerador de partículas de Fermilab (Illinois) muestran que, además de las cuatro fuerzas fundamentales del universo (gravedad, electromagnetismo, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil) existiría una “desconocida” quinta fuerza fundamental. (¿Conciencia? Sólo pregunto). Y esas fuerzas varían en distintos lugares del universo. 

En ese contexto, la invitación a prepararse para interactuar con personas que viven, literalmente, en un tiempo distinto al nuestro (distinto, ni mejor ni peor) no parece descabellada. De hecho, podría ser la tarea más importante a lo que deberíamos dedicarnos. 

 

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