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Proyecto Visión 21

El agua inmóvil y fría existe aunque nunca la hayamos visto

Se cuenta la historia (ficticia) de un joven que, tras vivir toda su vida en una pequeña aldea en la selva tropical, por algún motivo decidió salir a explorar el mundo y cuando regresó a su aldea dos años después explicó que había visitado un lugar en el que existía agua inmóvil y fría llamada “hielo”. 


Según la historia, sus amigos y familiares no le creyeron y hasta lo acusaron de mentir, porque, dijeron, ninguno de ellos en toda su vida jamás había visto agua inmóvil y fría. Y cuando el joven explicó que el “hielo” estaba en una zona que se llamaba “montañas” y en una época del año llamada “invierno”, en ese momento, ya no quisieron escucharlo.
 

Esta historia tiene una conexión directa con la famosa Alegoría de la Caverna que Platón comparte en su libro República. Un día, un prisionero logra salir de la caverna y comprobar la existencia de un mundo exterior. Por eso, decide regresar a la caverna y compartir su descubrimiento con sus antiguos amigos, pero ninguno de ellos cree lo que el exprisionero les cuenta. 
 

Más cercano en el tiempo y en la historia, se dice que Marco Polo, luego de regresar a Italia tras su famoso viaje a China, y luego de publicar un libro relatando esas aventuras, fue acusado de fraude y mentiras porque, según se creía en el siglo 13, no podía existir fuera de Europa una civilización tan avanzada como la que Marco Polo describía en su libro. 
 

Estos y muchos otros ejemplos similares de “verdades rechazadas” (como se las podría denominar) reflejan un fenómeno tan antiguo que ya la mitología griega lo incorporaba en la historia de Casandra, la princesa de Troya que tenía el don de la profecía, pero que también tenía una maldición, la de que nadie creyese lo que lo ella decía. 
 

Basándonos en estas distintas perspectivas (mitología, filosofía, historia), podríamos decir que los dos milenios y medio de la cultura occidental tienen como fundamento un continuo y constante rechazo a la verdad (sea como fuese que se presente o se la entienda) y que, como consecuencia, se crean narrativas e historias para perpetuar la mentira, la ilusión y la apariencia.
 

En nuestra sociedad, todos estamos tan encerrados dentro de nuestra caverna, de nuestra aldea o ciudad y nuestra cultura que creemos que los límites de nuestra experiencia son los límites de la realidad y que, por lo tanto, si alguien dice o hace algo distinto a lo que nosotros conocemos o experimentamos, esa persona debe ser considerada como mentirosa o demente. 
 

A la vez, todos aquellos que se animan a escalar frías montañas, a salir de su encierro para buscar otras luces, o a viajar a lejanos lugares del mundo (incluyendo el mundo interior), o, como Casandra, a ver al futuro, sufren de la misma maldición que sufrió Casandra: nadie les cree. Pero esa incredulidad no minimiza la verdad de la verdad. 
 

Quienes no ven el futuro nunca podrán escapar de su propio destino. 

 

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