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Proyecto Visión 21

No todo cambio es progreso ni toda cosa nueva es una mejora

Recientemente conversé con el gerente de una pequeña empresa quien me comentó tuvo que actualizar el programa de computación que él utiliza para administrar su empresa, desde la base de datos con la información de los clientes hasta cada venta realizada y cada pago hecho. Y el resultado fue desastroso.

Luego de varios meses de idas y venidas con la compañía proveedora del software, así como docenas de visitas por parte de técnicos de esa compañía, el nuevo programa fue finalmente instalado. Y lo mejor que pudieron hacer los instaladores y lograr que el programa funcionase con “un 80 % de eficiencia”, me comentó el gerente.
 

Entre otros problemas, la base de datos de la clientela no fue transferida en su totalidad. Las impresoras no podían conectarse con las computadoras y, cuando lo hacían, imprimían varias veces el mismo material. Y las tareas que antes requerían un solo paso ahora requieren varios pasos, algunos de ellos algo complicados.
 

Aún peor, como la instalación del nuevo programa ya se realizó, no se puede volver al anterior, pero tampoco se sabe cuando este nuevo programa funcionará al ciento por ciento, o incluso si algún día lo hará. Mientras tanto, dijo el gerente, su negocio “sufre”, porque ya no puede atender a sus clientes con la velocidad que antes lo hacía y, por eso, está perdiendo clientes.
 

Creo que cada uno de nosotros ha pasado por experiencias similares cuando, por ejemplo, se realiza una actualización (no solicitada, dicho sea de paso) en sistema operativo de la computadora o del teléfono inteligente. Y resulta que la computadora o el teléfono funcionaban mejor antes de la actualización que ahora.
 

A otro nivel, ese conocido refrán que dice “Estábamos mejor antes cuando estábamos peor” se refleja, por ejemplo, en decisiones del gobierno de lanzar un nuevo plan de salud o de educación, o un nuevo programa para combatir este problema o aquel otro. Pero, por lo general, los resultados son desastrosos y las cosas quedan peor que antes de la llegada de la “solución”. 
 

Y a un nivel global, podemos decir que la humanidad entera está empeñada, intencionalmente o a ciegas, en lograr precisamente los resultados contrarios a los buscados, causando mayores problemas que los que antes existían. Citando otro refrán, el remedio resulta peor que la enfermedad. De hecho, en muchos casos, el remedio es mucho peor que la enfermedad.
 

El problema, obviamente, no es nuevo. Hace dos milenios, Saulo de Tarso (Pablo) se lamentaba de que él hacía el mal que no quería, pero no hacía el bien que sí quería hacer. Parece que poco hemos avanzado desde aquella época y, quizá, la única diferencia sea en este momento que, contrariamente a lo expresado por Pablo, cada vez son más quienes sí quieren hacer el mal.
 

Debe quedar claro que no estoy sugiriendo ni regresar al pasado (es imposible), ni rechazar el cambio (también es imposible). Pero no todo cambio es beneficioso ni toda “mejora” o “actualización” significa realmente progreso. Dejemos, entonces, de autoengañarnos. 

 

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