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Proyecto Visión 21

Cerrarnos al presente implica autoexcluirnos del nuevo futuro

Recientemente presencié en un supermercado local una situación que ejemplifica esa cerrazón mental, emocional y psicológica que, al mantenernos encerrados en el presente, nos impide ver el nuevo futuro y, por lo tanto, conectarse con ese futuro. Es decir, nos autoexcluimos, conscientemente o no, de la realidad emergente.

Resulta que una pareja, ya de edad y claramente recién llegados al país, eligieron un paquete de carne y luego pidieron hablar con alguien del supermercado. Pocos minutos después llegó una empleada que hablaba el idioma de la pareja. Entonces, la nueva inmigrante le dijo a la empleada que la carne estaba “mal cortada”. Por eso, agregó, ella y su esposo se ofrecieron a “enseñar” cómo se debía cortar la carne.

En la mente de estas personas, la manera en la que ellos estaban acostumbrados a ver la carne cortada, es decir, la manera “normal”, debía ser la única manera adecuada de cortar carne. Toda otra forma de hacerlo estaba “mal”. Aún peor, quien no corta la carne de la manera que ellos (los recién llegados) esperaban era, en el mejor de los casos, un ignorante que debía ser apropiadamente educado.

La empleada del supermercado, entendiendo claramente las razones psicológicas y culturales que motivaron la actitud de la pareja en cuestión, les explicó con paciencia que en ese supermercado así se vendía la carne, que los cortes de carne no estaban mal, que los carniceros locales no necesitaban ser educados, y que existían carnicerías especializadas donde ellos podían comprar los cortes buscados.

Este ejemplo revela una actitud psicológica y existencial altamente prevalente en nuestra sociedad en la que aferrarse y apegarse al pasado (más específicamente, al pasado que uno conoce y vivió) se considera como la mejor y en muchos casos la única estrategia al encontrarse con una realidad distinta de ese pasado y para la que uno no está preparado.

Obviamente, el ejemplo de una pareja de nuevos inmigrantes comprando en un supermercado en su nuevo país y esperando encontrar exactamente lo que veían en los supermercados de su país de origen es un ejemplo superficial e irrelevante. Pero la actitud de intransigencia al nuevo futuro y el intenso (y perjudicial) deseo de perpetuar el pasado y repetir el presente no lo son.

Después de todo, así como esta pareja exigía que la carne se cortase como ellos querían y consideraban “mala” toda otra alternativa, una actitud similar se ven en grupos sociales, políticos y religiosos que consideran que su “verdad” (por favor, notar las comillas) es la única y la auténtica, y que toda otra opción es algo “malo” que debe ser eliminado o modificado.

Tanto la historia de la humanidad como las recientes noticias en los medios de comunicación justifican sin dejar lugar a dudas que eso es exactamente lo que muchas veces sucedió y aún sucede en las relaciones entre los seres humanos. Pero una cosa es un trivial desacuerdo sobre carne “mal cortada” y otra cosa es un desacuerdo que pone en peligro a toda la humanidad.

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