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Proyecto Visión 21

Las necesidades psicológicas y espirituales son tan importantes como las necesidades físicas

Recientemente me enteré de la existencia de una pequeña estatua tallada hace unos 40.000 años y conocida como el León Hombre, hallada en 1939 en una cueva del sur de Alemania y que se considera la más antigua escultura jamás encontrada hasta ahora. Menciono el tema porque me resultó interesante conocer el significado de la estatuilla.

Según los expertos, la estatua, de unos 30 centímetros de alto, fue tallada en marfil del colmillo de un mamut. El desconocido artista (o la desconocida artista) necesitó casi 400 horas de trabajo para completar la obra, una creación en la que se fusionan la realidad y lo sobrenatural de una manera tan exquisita que aún hoy, 40 milenios después, nos sigue atrapando. 

Queda claro que mientras el (la) artista tallaba la estatua, las otras personas seguían con las tareas de obtener alimentos, defenderse de animales peligrosos, limpiar la cueva, mantener el fuego y cuidar y proteger a los pequeños. 

¿Por qué, entonces, se le permitió al creador (creadora) de la estatua seguir con su trabajo que, desde un cierto punto de vista, poco aportaba para el beneficio material de su comunidad? 

Según los expertos (y esto es lo que me llamó profundamente la atención), mientras unos se dedicaban a proveer para las necesidades materiales del grupo, el artista proveía para las necesidades emocionales, psicológicas y espirituales. 

Aunque se desconoce el uso exacto de la estatuilla (si es que lo tuvo), queda claro que el León Hombre representaba una conexión entre los seres humanos y la naturaleza y, simultáneamente, representaba la conexión entre los seres humanos y lo sobrenatural. Es muy probable que la estatua estuviese asociada con alguna historia o con algún mito (entendido como historia que da significado y dirección a la vida). 

Dicho de otro modo, hace 40.000 años, durante la Edad de Hielo (la Edad de Hielo real, no aquella que se representa en las películas) un grupo de humanos (seguramente ni los únicos ni los primeros) entendió que el mundo espiritual es por lo menos tan importante como el mundo físico y, por eso, no tuvo problemas con contar con un “improductivo” artista en su medio.

Dicho todavía con más claridad, aquellos lejanos antepasados nuestros (“nuestros” porque ellos ya eran seres humanos como nosotros) sabían algo que nosotros hemos olvidado: a pesar de todo su valor, de poco y nada valen las posesiones materiales si uno se olvida de la dimensión psicológica, emocional y espiritual de la vida. 

En 1943, Abraham Maslow publicó su conocida pirámide de necesidades humanas, que iban desde las necesidades físicas hasta la necesidad de sentirse apreciado. Más tarde, Maslow agregó otro nivel, el de la actualización personal y la transcendencia, algo que, según parece, los humanos de la Edad de Hielo ya conocían y practicaban. 

Y también sabían otra enseñanza, compartida hace un par de milenios por un conocido maestro: de nada sirve ganarse todo el mundo y perder el alma. Me pregunto, entonces, si no somos nosotros, la humanidad posmoderna, los verdaderos cavernícolas. 

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