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Proyecto Visión 21

Si pensamos en el futuro, entonces también pensaremos en el futuro negativo

Recientemente aprendí (y lamento no haberlo hecho antes) que, cuando pensamos en un futuro mejor, simultánea e inevitablemente también pensamos en un futuro peor. Dicho de otro modo, por más que nos enfoquemos en un futuro brillante, no podemos dejar de pensar en un futuro tenebroso. Ambos futuros resultan inseparables y pensar en uno es pensar en el otro. 

Ese enfoque tiene sentido porque, como ya lo explicó Carl Jung, al vivir y al pensar no podemos evitar los aspectos negativos de nuestra vida y de nuestros pensamientos, a los que Jung caracterizó como “sombra”, cuya negatividad consiste en muchos casos en que esos aspectos aún no han sido integrados a la vida, sino que se los mantiene reprimidos o ignorados.

Desde otro punto de vista, la cercanía del futuro positivo al futuro negativo tiene sentido porque el futuro no es el día después de hoy (es decir, no debe confundirse el futuro con el mañana cronológico), sino que el futuro es una expansión de la consciencia en la que la consciencia se vuelve consciente de posibilidades aún no exploradas. 

Obviamente, tomar consciencia de posibilidades aún no exploradas significa tomar consciencia de que el estado actual de nuestra vida no es el único posible y, por lo tanto, de que aquello que ahora vemos como algo indudablemente positivo quizá no lo sea y que lo que rechazamos como negativo quizá no lo sea.

En otras palabras, la expansión de la consciencia (sea por estudios, meditación, experiencias de la vida o lo que fuere) incluye tomar consciencia de los aspectos “negativos” de nuestra vida, la “sombra” de la que hablaba Jung, a la vez que, por eso mismo, tomamos consciencia de nuestro verdadero potencial y de nuestras posibilidades y oportunidades.

Por eso, enfocarse solamente en una visión edénica o celestial del futuro resulta tan equivocado como prepararse sólo para la mayor distopía imaginable porque, después de todo, no se pueden pensar en el cielo sin pensar en el infierno, ni en la vida separada de la muerte, ni en la luz aparte de las tinieblas. Se trata de elementos que, como los polos de un imán, van juntos. 

Pero no se piense que estamos proponiendo alguna especie de dualismo estático, sino más bien una especie de constante movimiento dinámico de autoexploración y de exploración del universo (es decir, posibilidades aún no exploradas) que en cada momento llevan a miríadas de ajustes psicológicos, emocionales y cognitivos que, por eso mismo, dan lugar a la “sombra” ya mencionada. 

En ese contexto, hay quienes sólo ven lo positivo del futuro y hay quienes sólo ven lo negativo del futuro. Y, desde cierta perspectiva, ambos tienen razón. Pero existe una diferencia clave. Se ha dicho que, con respecto a la realidad, el pesimista está en lo correcto, pero el optimista genera los cambios y las transformaciones. 

Y no estamos hablando ni de un optimismo irresponsable ni de un pesimismo derrotista, sino de una transformación integral de nuestro ser basada en un nuevo nivel de consciencia.  

 

 

 

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